Algunos libros en internet e ideas sobre cultura



Me fui a Wordpress para no ser tan vigilado por Google/Blogspot, si quieren seguirme estoy en wordpress
.

 
Las Películas en el Blog No Oficial
Selección de programas de radio
Objetivos del Blog.

Firme para que los glaciares sean protegidos!

Más información sobre el veto a la ley que protegía a los glaciares.



  • 100.000 compromisos por la ley Basura Cero en la Ciudad de Buenos Aires


  • Entradas destacadas del blog.

    Archivos con libros para descargar.

    Algunas críticas de cine y lugares en donde podrá descargar algunas películas.


    Sobre Monsanto y la crisis del "campo" y el gobierno argentino.


    Documental sobre "La Noche de los Bastones Largos.


    Hambre de Soja, siguiendo con el desastre que está generando el "campo" en la Argentina.


    HARIRI -Por Julio A.
    martes, 26 de mayo de 2009

    Estoy en el aeropuerto Hariri, en las inmediaciones de Beirut, en el Líbano. Así como me distraigo con la vista en los edificios blancos que suben las laderas de las colinas, maldigo las computadoras portátiles que nos da la compañía. Quiero enviar un correo electrónico a mi esposa pero, detesto escribir en estos teclados sin acentos y lo que me resulta aún más grave, sin la “ñ”. Ya llevo varios intentos de redescubrirla con el antiguo tecleo del ASCII cuando en tiempos antes de Windows, no había tipografía castellana, pero mis resultados son nulos. ¿Alt 36? Y se inscribe: $, no, no es y así sucesivamente, pruebo cifras y combinaciones.

    Resignado, le escribo a mi esposa, un desabrido correo, desprovisto de eñes y de tildes, que salí de Doha, en Qatar y luego de una escala de varias horas en Beirut, viajaré a Roma, donde me quedaré un día, para hacer unas visitas y finalmente llegaré a Buenos Aires el jueves por la mañana.

    Sin ánimos de leer los periódicos y hastiado de la pantalla de la computadora, sólo quedaba escudriñar el paisaje. No tenía el suficiente tiempo para dar un paseo por Beirut y caminar por el interior del aeropuerto carecía de atractivos, ahora que todos los aeropuertos del mundo parecen ser el mismo aeropuerto. Permanecí sentado, paseaba mi vista por las colinas al este de las pistas de aterrizaje. Desde mi lugar no podía ver la ciudad que sabía a corta distancia. La Beirut destrozada por la guerra civil y las invasiones, los bombardeos y los combates casa por casa, edificio por edificio, palaz por plaza. Aun tengo la visión de los edificios descuartizados y las montañas de detritos de cemento y vehículos aplastados o abiertos como latas de sardinas. Me han sugerido volver a la hermosa Beirut, reconstruida para brillar nuevamente. Casi siempre, mis pasos por el sitio, quedan limitados a cortas escalas de viaje, sin tiempo suficiente como para salir del aeropuerto.

    Un hombre se acerca, aparenta ser de mi edad y se sienta en el sillón opuesto al mío. En idioma árabe, me saluda y pide permiso, con amabilidad, de ocupar parte de la mesa baja, que se halla entre ambos sillones. Mecánicamente, le contesto en árabe, en las pocas palabras que puedo utilizar. Por su aspecto puede ser de cualquier lugar del Medio Oriente. Tiene la tez cetrina, el rostro es más bien alargado, la tez cetrina, y los ojos de ese tinte verdoso, como el que vi en los ojos de los bereberes. Lleva el cabello muy corto, una barba rala y corta, y su vestimenta es a la occidental: pantalón oscuro y camisa blanca de algodón puro, exactamente, igual que como yo estoy vestido. De su maletín grande extrajo una computadora portátil exactamente igual que la mía, el mismo color negro mate, la misma marca e idéntico modelo. Al notarlo, me hace un comentario amable con una sonrisa. Me excusé, en inglés, de no entender lo que me quería decir, por no hablar más que unas pocas frases en árabe.

    Mi interlocutor abrió una sonrisa tan impecable, como su acento inglés británico. Me dijo que cuidemos, al irnos, de no llevarnos la computadora equivocada. Sería un desastre para ambos. Como estábamos vestidos igual, bromeé por mi parte, con camisas blancas de algodón egipcio, que no nos confundamos nosotros mismos. Roto el hielo, se presentó: Ahmed al Taha, libanés, dedicado a las actividades bancarias. Al darle mi nombre, argentino y mi profesión en la actividad petrolera. Al escuchar Argentina, hizo un silencio de admiración y mientras yo esperaba escuchar el inevitable “Maradona”, me sorprendió, cuando pronunció: “Borges”, casi con unción y respeto. Agregó que por mi aspecto, contextura, la tez de la piel, el cabello ya encaneciendo y los ojos oscuros, me daban la apariencia de un oriental común.

    Ahmed resultó ser una persona de una cultura vastísima, de modo que las siguientes dos horas fueron de una conversación irrepetible. Ya sentados en el bar, con sendas tazas de té perfumado, al gusto oriental, tratamos desde temas de la actualidad política y económica, hasta los vericuetos de algunos detalles sobre las novelas de Naguib Mahfuz y el camino desde su realismo hasta la fantasía en las novelas finales. Allí recordé su mención sobre la Argentina. Le pregunté sobre Borges y como era que conocía su obra.

    Ahmed había trabajado en la delegación de un banco árabe en Londres, donde el contador era un inglés apasionado por Borges. Este le transmitió la predilección por el escritor ciego, especialmente en “El Aleph”. Hizo Ahmed toda una interpretación del cuento, comparando la letra hebrea que simboliza un punto, con la misma letra del alfabeto árabe, que es un trazo recto, de elevación hacia Dios.

    Como ya se nos hizo tiempo de partir, nos fuimos despidiendo, agradeciendo el tiempo compartido. Le referí que haría una escala en Roma, en mi camino a buenos Aires. Ahmed me dijo que viajaba a Frankfurt y de allí a París. Recordando el inicio de nuestro encuentro cuidamos de no intercambiar las computadoras portátiles.

    Mientras nos despedíamos con un apretón de manos, Ahmed, con una sonrisa irónica, me dice que en realidad, el iba a dejar de ser Ahmed y se transformaría en “Abenjacán el Bojarí”, que viajará a su laberinto.

    La última imagen que tuve fue verlo alejarse con su blanquísima camisa y la maleta en su mano. No entendí que me quiso decir con su nueva identidad como Abenjacán.

    Dos días más tarde, en el aeropuerto de Roma, ya en el avión hacia buenos Aires, leo las noticias en el periódico italiano. En las páginas interiores, un artículo habla de un escándalo en el ámbito bancario de Beirut. El vicepresidente de un banco se había ocultado en un escondite que suponen en el Líbano, luego de ser señalado como el sospechoso de un desfalco de varios millones de dólares. Toda la documentación indicaba que había sido el culpable de la desaparición de ese dinero. En un comunicado enviado desde su escondite, que hizo llegar a la prensa, el sospechoso, Abolhassan Hamadi, contra todas las pruebas y evidencias, declaraba se inocente y que el verdadero culpable era Ahmed Baalbaki. Según el fugado, Ahmed, un funcionario menor del banco, subordinado a Hamadi, fue quien hizo toda la maniobra. No se tenían noticias de Ahmed y se había esfumado de Beirut. La policía sospechaba que podía haber sido secuestrado o asesinado. Tampoco estaba registrada su salida del país.

    Una duda y una certidumbre fue creciendo en mi conciencia: Ahmed al Taha era en realidad Ahmed Baalbaki. Entendí porqué me dijo que iba a ser Abenjacán el Bojarí. Abolhassan, una vez liberado, lo buscaría por todo el mundo para recuperar la fortuna que había hurtado Ahmed. Ahmed, o Abenjacán lo estaría esperando en su laberinto.


    Etiquetas: , ,

    Si encuentran algún enlace a Taringa, pera poder verlos.


    posted by Algo de música y Tal vez otras cosas @ 11:13 a.m.   0

    Si quiere dejarnos un comentario
    Si quiere poner un link a esta entrada.

    Un cuento no apto para embarazadas - nastenka
    domingo, 10 de febrero de 2008

    Octavio, el invasor

    Por Ana María Shua





    Estaba preparado para la aterradora violencia de la luz y el sonido, pero no para la presión, la brutal presión de la atmósfera sumada a la gravedad terrestre ejerciéndose sobre ese cuerpo tan distinto del suyo, cuyas reacciones no había aprendido todavía a controlar. Un cuerpo desconocido en un mundo desconocido. Ahora, cuando después del dolor y la angustia del pasaje esperaba encontrar alguna forma de alivio, todo el horror de la situación caía sobre él.

    Sólo las penosas sensaciones de la transmigración podían compararse a la experiencia que acababa de atravesar. Pero después de la transmigración había tenido unos meses de descanso, casi podría decirse de convalecencia, en una oscuridad cálida adonde los sonidos y la luz llegaban muy amortiguados y el líquido en el que flotaba atenuaba la gravedad del planeta.

    Ahora, en cambio, sintió frío, sintió un malestar profundo, se sintió transportado de un lado al otro, sintió que su cuerpo necesitaba desesperadamente oxígeno pero, ¿cómo y dónde obtenerlo? Un alarido se escapó de su boca y supo que algo se expandía en su interior, un ingenioso mecanismo automático que le permitiría utilizar el oxígeno del aire para sobrevivir.

    –Varón dijo la partera –dijo el obstetra–. Un varoncito sano y hermoso, señora. ¿Cómo lo va a llamar?

    –Octavio –contestó la mujer, agotada por el esfuerzo y colmada de esa pura felicidad física que sólo puede proporcionar la brusca interrupción del dolor.

    Octavio descubrió, como un elemento más del horror en el que se encontraba inmerso, que era incapaz de organizar en percepción sus sensaciones: con toda probabilidad debían estar sonando en ese momento voces humanas, pero no conseguía distinguirlas en la masa indiferenciada de sonido que lo asfixiaba.

    Otra vez se sintió transportado, algo o alguien lo tocaba y movía partes de su cuerpo. La luz lo dañaba. De pronto lo alzaron por el aire para depositarlo sobre un cuerpo tibio y blando. Dejó de aullar: desde el interior de ese lugar cálido provenía, amortiguado, el ritmo acompasado, tranquilizador, que había es≠cuchado durante su convaleciente espera, en los meses que siguieron a la transmigración. El terror disminuyó. Comenzó a sentirse inexplicablemente seguro, en paz. Allí estaba, por fin, formando parte de las avanzadas, en este nuevo intento de invasión que, esta vez, no fracasaría. Tenía el deber de sentirse orgulloso, pero el cansancio luchó contra el orgullo hasta vencerlo: sobre el pecho de la hembra terrestre que creía ser su madre, se quedó, por primera vez en este mundo, profundamente dormido.

    Despertó un tiempo después, imposible calcular cuánto. Se sentía más lúcido y comprendía que ninguna preparación previa hubiera sido suficiente para responder coherentemente a las brutales exigencias de ese cuerpo que habitaba y que sólo ahora, a partir del nacimiento, se imponían en toda su crudeza. Era razonable que la transmigración no se hubiera intentado jamás en especímenes adultos: el brusco cambio de conducta, la repentina torpeza en el manejo de su cuerpo, hubieran sido inmediatamente detectados por el enemigo.

    Octavio había aprendido, antes de partir, el idioma que se hablaba en esa zona de la tierra o, al menos, sus principales rasgos. Porque recién ahora se daba cuenta de la diferencia entre la adquisición de una lengua en abstracto y su integración con los hechos biológicos y culturales en los que esa lengua se ha constituido. La palabra “cabeza”, por ejemplo, había comenzado a cobrar su verdadero sentido (o al menos, uno de ellos), cuando la fuerza gigantesca que lo empujara hacia adelante lo había obligado a utilizar esa parte de su cuerpo (que latía aún dolorosamente, deformada) como ariete para abrirse paso por un conducto demasiado estrecho.

    Recordó que otros como él habían sido destinados a las mismas coordenadas espacio temporales. Se preguntó si algunos de sus poderes habrían sobrevivido a la transmigración y si serían capaces de utilizarlos. Consiguió enviar algunas débiles ondas que obtuvieron inmediata respuesta: eran nueve y estaban allí, muy cerca de él y, como él, llenos de miedo, de dolor y de pena. Sería necesario esperar mucho más de lo previsto antes de empezar a organizarse para proseguir con los planes. Su extraño cuerpo volvió a agitarse y a temblar incontroladamente, y Octavio lanzó un largo aullido al que sus compañeros respondieron: así, en ese lugar desconocido y terrible, lloraron juntos la nostalgia del planeta natal.

    Dos enfermeras entraron en la nursery.

    –Qué cosa –dijo la más joven–. Se larga a llorar uno y parece que los otros se contagian, enseguida se arma el coro.

    –Vamos, apurate que hay que bañarlos a todos y llevarlos a las habitaciones– dijo la otra, que consideraba su trabajo monótono y mal pago y estaba harta de escuchar siempre los mismos comentarios.

    Fue la más joven de las enfermeras la que llevó a Octavio, limpio y cambiado, hasta la habitación donde lo esperaba su madre.

    –Toc toc, buenos días mamita –dijo la enfermera, que era naturalmente simpática y cariñosa y sabía hacer valer sus cualidades a la hora de ganarse la propina.

    Aunque sus sensaciones seguían constituyendo una masa informe y caótica, Octavio ya era capaz de reconocer aquellas que se repetían y supo, entonces, que la mujer que creía ser su madre lo recibía en sus brazos. Pudo, incluso, desglosar el sonido de su voz de los demás ruidos ambientales. De acuerdo con sus instrucciones, Octavio debía conseguir que se lo alimentara artificialmente: era preferible reducir a su mínima expresión el contacto físico con el enemigo.

    –Miralo al muy vagoneta, no se quiere prender al pecho.

    –Acordarte que con Ale al principio pasó lo mismo, hay que tener paciencia. Avisá a la nursery que te lo dejen en la pieza. Si no, te lo llenan de suero glucosado y cuando lo traen ya no tiene hambre –dijo la abuela de Octavio.

    En el sanatorio no aprobaban la práctica del rooming in, que consistía en permitir que los bebés permanecieran con sus madres en lugar de ser remitidos a la nursery después de cada mamada. Hubo un pequeño forcejeo con la jefa de nurses hasta que se comprobó que existía la autorización expresa del pediatra. Octavio no estaba todavía en condiciones de enterarse de estos detalles y sólo supo que lo mantenían ahora muy lejos de sus compañeros, de los que le llegaba, a veces, alguna remota vibración.

    Cuando la dolorosa sensación que provenía del interior de su cuerpo se hizo intolerable, Octavio comenzó a gritar otra vez. Fue alzado en el aire y llevado hasta ese lugar cálido y mullido del que, a pesar de sus instrucciones, odiaba separarse. Y cuando algo le acarició la mejilla, no pudo evitar que su cabeza girara y sus labios se entreabrieran. Desesperado, frenéticamente, buscó alivio para la sensación quemante que le desgarraba las entrañas. Antes de darse cuenta de lo que hacía, Octavio estaba succionando con avidez el pezón de su “madre”. Odiándose a sí mismo, comprendió que toda su voluntad no lograría desprenderlo de la fuente de alivio, el cuerpo mismo de un ser humano. Las palabras “dulce” y “tibio” que, en relación con los órganos que en su mundo organizaban la experiencia le habían parecido términos simbólicos, se llenaban ahora de significado concreto. Tratando de persuadirse de que esa pequeña concesión en nada afectaría su misión, Octavio volvió a quedarse dormido.

    Unos días después Octavio había logrado, mediante una penosa ejercitación, permanecer despierto algunas horas. Ya podía levantar la cabeza y enfocar durante algunos segundos la mirada, aunque los movimientos de sus apéndices eran toda≠vía totalmente incoordinados. Mamaba regularmente cada tres horas. Reconocía las voces humanas y distinguía las palabras, aunque estaba lejos de haber aprehendido suficientes elementos de la cultura en la que estaba inmerso como para llegar a una comprensión cabal. Esperaba ansiosamente el momento en que sería capaz de una comunicación racional con esa raza inferior a la que debía informar de sus planes de dominio, hacer sentir su poder. Fue entonces cuando recibió el primer ataque.

    Lo esperaba. Ya había intentado comunicarse telepáticamente con él, sin obtener respuesta. Aparentemente el traidor había perdido parte de sus poderes o se negaba a utilizarlos. Como una descarga eléctrica había sentido el contacto con esa masa roja de odio en movimiento. Lo llamaban Ale y también Alejandro, chiquito, nene, tesoro. Había formado parte de una de las tantas invasiones que fracasaron, hacía ya dos años, perdiéndose todo contacto con los que intervinieron en ella. Ale era un traidor a su mundo y a su causa; era lógico prever que trataría de librarse de él por cualquier medio.

    Mientras la mujer estaba en el baño, Ale se apoyó en el moisés con toda la fuerza de su cuerpecito hasta volcarlo. Octavio fue despedido por el aire y golpeó con fuerza contra el piso. Aulló de dolor. La mujer corrió hacia la habitación, gritando. Ale miraba espantado los pobres resultados de su acción, que podía tener, por otra parte, terribles consecuencias para su propia persona. Sin hacer caso de él, la mujer alzó a Octavio y lo apretó suavemente contra su pecho, canturreando para calmarlo.

    Avergonzándose de sí mismo, Octavio respiró el olor de la mujer y lloró y lloró hasta lograr que le pusieran el pezón en la boca. Aunque no tenía hambre, mamó con ganas mientras el dolor desaparecía poco a poco. Para no volverse loco Octavio trató de pensar en el momento en el que por fin llegaría a dominar la palabra, la palabra liberadora, el lenguaje que, fingiendo comunicarlo, serviría, en cambio, para establecer la necesaria distancia entre su cuerpo y ese otro en cuyo calor se complacía.

    Frustrado en su intento de agresión directa y vigilado de cerca por la mujer, el Traidor tuvo que contentarse con expresar su hostilidad en forma más disimulada, con besos que se transformaban en mordiscos y caricias en las que se hacían sentir las uñas. En dos oportunidades sus abrazos le produjeron un principio de asfixia: cada vez volvía a rescatarlo la intervención de la mujer.

    De algún modo, Octavio logró sobrevivir. Había aprendido mucho. Cuando entendió que se esperaba de él una respuesta a ciertos gestos, empezó a devolver las sonrisas, estirando la boca en una mueca vacía que los humanos festejaban como si estuviera colmada de sentido. La mujer lo sacaba a pasear en el cochecito y él levantaba la cabeza todo lo posible, apoyándose en los antebrazos para observar el movimiento de las calles. Algo en su mirada debía llamar la atención, porque la gente se detenía para mirarlo y hacer comentarios.

    –¡Qué divino! –decían casi todos. Y la palabra “divino”, que hacía referencia a una fuerza desconocida y suprema, le parecía a Octavio peligrosamente reveladora: tal vez se estuviera descuidando en la ocultación de sus poderes.

    –¡Qué divino! –decía la gente–. ¡Cómo levanta la cabecita!–. Y cuando Octavio sonreía, insistían complacidos– ¡Este sí que no tiene problemas!

    Octavio conocía ya las costumbres de la casa, y la repetición de ciertos hábitos le daba una sensación de seguridad. Los ruidos violentos, en cambio, volvían a sumergirlo en un terror descontrolado, retrotrayéndolo al dolor de la transmigración. Relegando sus intenciones ascéticas, Octavio no temía ya entregarse a los placeres animales que le proponía su nuevo cuerpo. Le gustaba que lo introdujeran en agua tibia, le gustaba que lo cambiaran, dejando al aire las zonas de su piel escaldadas por la orina, le gustaba más que nada el contacto con la piel de la mujer. Poco a poco se hacia dueño de sus movimientos. Pero a pesar de sus esfuerzos por mantenerla viva, la feroz energía destructiva con la que había llegado a este mundo iba atenuándose junto con los recuerdos del planeta de origen.

    Octavio ni siquiera tenía pruebas de que subsistieran en toda su fuerza los poderes con los que debía iniciar la conquista y que todavía no había llegado el momento de probar. Ale, era evidente, ya no los tenía: desde allí y a causa de su traición, debían haberlo despojado de ellos. En varias oportunidades se encontró por la calle con otros como él y se alegró de comprobar que aún eran capaces de responder a sus vibraciones. No siempre, sin embargo, obtenía contestación. Una tarde de sol, en la plaza, se encontró con un bebé de mayor tamaño, de sexo femenino, que rechazó con fuerza su aproximación mental.

    En la casa había también un hombre pero (afortunadamente) Octavio no se sentía físicamente atraído hacia él, como le sucedía con la mujer. El hombre permanecía menos tiempo en la casa y, aunque lo sostenía frecuentemente en sus brazos, emanaba de él un halo de hostilidad que Octavio percibía como se percibe un olor ácido, punzante, y que por momentos se le hacia intolerable. Entonces lloraba con fuerza hasta que la mujer iba a buscarlo, enojada.

    –¡Cómo puede ser que a esta altura todavía no sepas tener un bebé en brazos!

    Un día, cuando Octavio ya había logrado darse vuelta boca arriba a voluntad y asir algunos objetos con las manos, él y el hombre quedaron solos en la casa. Por primera vez, torpemente, el hombre quiso cambiarlo, y Octavio consiguió emitir en el momento preciso un chorro de orina que mojó la cara de su padre.

    El hombre trabajaba en una especie de depósito donde se almacenaban en grandes cantidades los papeles que los humanos utilizaban como medio de intercambio. Octavio comprobó que estos papeles eran también motivos de discusión entre el hombre y la mujer y, sin saber muy bien de lo que se trataba, tomó el partido de ella. Ya había decidido que cuando se completaran los planes de invasión esa mujer, que tanto y tan estrechamente había colaborado con el invasor, merecía gozar de algún tipo de privilegio especial. No habría perdón, en cambio, para los traidores. A Octavio comenzaba a molestarle que la mujer alzara en brazos o alimentara a Alejandro. Hubiera querido prevenirla contra él: un traidor es siempre peligroso, aun para el enemigo que lo ha aceptado entre sus huestes.

    El pediatra estaba muy satisfecho con los progresos de Octavio, que había engordado y crecido razonablemente y ya podía permanecer unos segundos sentado sin apoyo.

    –¿Viste qué mirada que tiene? A veces me parece que entiende todo –decía la mujer, que tenía mucha confianza con el médico y lo tuteaba.

    –Estos bichos entienden más de lo que uno se imagina –contestaba el doctor, sonriendo. Y Octavio devolvía una sonrisa que ya no era solamente una mueca vacía.

    Mamá destetó a Octavio a los siete meses y medio. Aunque ya tenía dos dientes y podía mascullar una pocas sílabas sin sentido para los demás, Octavio seguía usando cada vez con más oportunidad y precisión su recurso preferido: el llanto. El destete no fue fácil porque el bebé rechazaba la comida sólida y no mostraba entusiasmo por el biberón. Octavio sabía que debía sentirse satisfecho y aun agradecido de que un objeto de metal cargado de comida o una tetina de goma se interpusieran entre su cuerpo y el de la mujer, pero no encontraba en su interior ninguna fuente de alegría. Ahora podía permanecer mucho tiempo sentado y arrastrarse por el piso. Pronto llegaría el momento en que lograría pronunciar su primera palabra y se contentaba con soñar con el brusco viraje que se produciría entonces en sus relaciones con los humanos. Sin embargo, sus planes se le aparecían confusos, lejanos. A veces su vida anterior le resultaba dificil de recordar o la recordaba brumosa y caótica como un sueño.

    La presencia física de la mujer ya no le era imprescindible, porque su alimentación no dependía directamente de ella, de su cuerpo. Imposible explicarse, entonces, por qué su ausencia se le hacía cada vez más intolerable. Verla desaparecer detrás de una puerta sin saber cuándo volvería le provocaba un dolor casi físico que se expresaba en gritos agudos. Ella solía jugar a las escondidas, tapándose la cara con un trapo y gritando, absurdamente: “¡No ta mama, no ta!”. Se destapaba después y volvía a gritar: “¡Acá ta mamá!”. Octavio disimulaba con risas la angustia que le provocaba la desaparición de ese rostro que sabía, sin embargo, tan próximo.

    En forma inesperada y al mismo tiempo que adquiría mayor dominio sobre su cuerpo, Octavio comenzó a padecer una secuela psíquica del Gran Viaje: los rostros humanos desconocidos lo asustaban. Trató de racionalizar su terror diciéndose que cada nuevo humano que se acercaba a él podía ser un enemigo al tanto de sus planes. Ese temor a los desconocidos produjo un cambio en sus relaciones con su familia terrestre. Ya no sentía esa tranquilizadora mezcla de odio y desprecio por el Traidor. Ale, a su vez, parecía percibir la diferencia y lo besaba o lo acariciaba algunas veces sin utilizar sus muestras de cariño para disimular un ataque. Octavio no quería confesarse hasta qué punto lo comprendía ahora, qué próximo se sentía a él.

    Cuando la mujer, que había empezado a trabajar fuera de la casa, salía por algunas horas dejándolos al cuidado de otras personas, Ale y Octavio se sentían extrañamente solidarios en su pena. Octavio llegó al extremo de aceptar con placer que el hombre lo tuviera en sus brazos, pronunciando extraños sonidos que no pertenecían a ningún idioma terrestre, como si buscara algún lenguaje que pudiera aproximarlos.

    Y llegó, por fin, la palabra. La primera palabra. La utilizó con éxito para llamar a su lado a la mujer, que estaba en ese momento fuera de la habitación. Octavio había dicho claramente “mama”. Ya era, para entonces, completamente humano. Una vez más la milenaria, infinita invasión había fracasado.

    Por qué elegí este cuento

    Es obvio que los bebés vienen de otro planeta. Cualquiera se da cuenta por el tamaño de la cabeza y la expresión de la cara.

    Yo lo noté inmediatamente en cuanto nació mi primera hija y las otras lo fueron confirmando. Ser madre de un extraterrestre es una circunstancia traumática.

    De esa experiencia nació este cuento, rigurosamente autobiográfico.

    Biografía de Ana María Shua

    Nació en Buenos Aires en 1951. Sus primeros poemas fueron reunidos en El sol y yo (1967). En 1980 ganó con su novela Soy paciente el premio de la editorial Losada. Otras novelas son Los amores de Laurita, (llevada al cine), El libro de los recuerdos (Beca Guggenheim), ambas reeditadas por Emecé, y La muerte como efecto secundario (Premio Club de los XIII y Premio Municipal). Escribió cuatro libros de minicuentos: La sueñera, Casa de Geishas, Botánica del Caos y Temporada de fantasmas. Y los libros de cuentos Los días de pesca, Viajando se conoce gente y Como una buena madre. Recibió el Premio Municipal y el Diploma al Mérito Konex en cuento, y tiene varios premios internacionales por sus libros infantiles. Algunos de sus libros han sido editados en Brasil, España, Italia, Alemania y los Estados Unidos. En 2007 publicó su última novela, El peso de la tentación.

    Etiquetas: , , ,

    Si encuentran algún enlace a Taringa, pera poder verlos.


    posted by nastenka @ 5:56 a.m.   0

    Si quiere dejarnos un comentario
    Si quiere poner un link a esta entrada.

    Ajedrez cuentos y poesías..
    jueves, 24 de enero de 2008

    Supongo que debe haber varios cuentos de ajedrez, hoy en Página 12 sale un artículo en donde comentan uno:

    "El hecho de que el ajedrez puede ser un íntimo aliado de la locura es el tema de Partida de ajedrez, la famosa novela de Stefan Zweig publicada en 1941. Mirko Czentovic, el campeón mundial, se encuentra a bordo de un lujoso transatlántico con rumbo a Buenos Aires.
    Por doscientos cincuenta dólares la partida, Mirko acepta jugar contra un grupo de pasajeros y los derrota con una facilidad despreciativa.
    Hasta que un misterioso jugador se une a los aficionados. Czentovic y su rival quedan en tablas."


    Y por último el famoso poema de Jorge Luis Borges:

    Ajedrez

    I

    En su grave rincón, los jugadores
    rigen las lentas piezas. El tablero
    los demora hasta el alba en su severo
    ámbito en que se odian dos colores.

    Adentro irradian mágicos rigores
    las formas: torre homérica, ligero
    caballo, armada reina, rey postrero,
    oblicuo alfil y peones agresores.

    Cuando los jugadores se hayan ido,
    cuando el tiempo los haya consumido,
    ciertamente no habrá cesado el rito.

    En el Oriente se encendió esta guerra
    cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.
    Como el otro, este juego es infinito.

    II

    Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
    reina, torre directa y peón ladino
    sobre lo negro y blanco del camino
    buscan y libran su batalla armada.

    No saben que la mano señalada
    del jugador gobierna su destino,
    no saben que un rigor adamantino
    sujeta su albedrío y su jornada.

    También el jugador es prisionero
    (la sentencia es de Omar) de otro tablero
    de negras noches y blancos días.

    Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
    ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
    de polvo y tiempo y sueño y agonías?

    Obvio que éstos no son todos los cuentos ni todas las poesías que tienen al ajedrez como tema...

    Etiquetas: , , , , , ,

    Si encuentran algún enlace a Taringa, pera poder verlos.


    posted by Algunas libros gratis en Internet @ 8:09 a.m.   0

    Si quiere dejarnos un comentario
    Si quiere poner un link a esta entrada.

    El último cuento de Cortázar Ciao, Verona, junto con Las caras de la Medalla.
    viernes, 9 de noviembre de 2007

    La página de El País con la información la encuentran acá (hasta que la cambien...)

    Y finalmente 7 Mares comparte la primera parte del cuento con nosotros:

    El cuento "Las caras de la medalla" de Julio Cortázar.

    (que es la primera parte, al final de esta entrada verán el lugar para descargar la segunda parte "Ciao, Verona", que es el cuento inédito)

    Según lo que dice el diario:

    "todos pasaron de puntillas en especial sobre Las caras de la medalla, enigmática crónica de la relación -o, mejor, de la falta de relaciones- entre una mujer soltera y un hombre casado que trabajan en el Consejo Europeo para la Investigación Nuclear (¡Cortázar hizo de traductor en el Organismo Internacional de Energía Atómica!); un texto de inquietante lectura donde el protagonista no es capaz de comprender el rechazo amoroso al que lo somete su compañera; un texto que parecía, como se lee en el último párrafo, una pesadilla de la que trató de despojarse mediante la escritura. También era enigmática la dedicatoria ("a la que un día lo leerá, ya tarde como siempre"), a la que se sumó después otro misterio mayor, el contenido en esta frase de una carta que Cortázar escribió al año siguiente a su amigo Jaime Alazraki, uno de sus mejores críticos:

    "En Alguien que anda por ahí hay amargos pedazos de mi vida, por ejemplo Las caras de la medalla, cuya historia siguió y terminó en otro cuento muy largo que escribí hace meses y que entrará en otro libro, si libro hay; se llama Ciao, Verona, y fue tan duro de escribir como el otro".

    Por razones que no es éste el lugar para debatir, Ciao, Verona no fue incluido por Cortázar en los dos únicos libros de relatos que editó con posterioridad (Queremos tanto a Glenda y Deshoras), así que permanecía inédito y la única copia de la que hasta la fecha se tenía noticia, conservada en la Universidad de Tejas, estaba prácticamente olvidada; prueba de ello es el hecho de que no se incluyera en el volumen de los cuentos con que se inició recientemente la edición de las obras completas."

    El cuento Ciao, Verona, la segunda parte inédita.

    Es el escaneo del texto que apareció en el diario El País.


    Etiquetas: , , ,

    Si encuentran algún enlace a Taringa, pera poder verlos.


    posted by Algunas libros gratis en Internet @ 3:46 a.m.   0

    Si quiere dejarnos un comentario
    Si quiere poner un link a esta entrada.

    Un posible concurso de cuentos usando sólo oxímoron
    martes, 6 de noviembre de 2007


    Combinación en una misma estructura sintáctica de dos palabras o expresiones de significado opuesto, que originan un nuevo sentido; p. ej., un silencio atronador. (Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua)

    · Oximoron. (Etim. del gr.oxymoron) m. Ret. Figura que consistía en ocultar un agudo sarcasmo bajo un aparente absurdo. (Enciclopedia Espasa)

    · "En la figura que se llama oximoron, se aplica a una palabra un epíteto que parece contradecirla; así los gnósticos hablaron de una luz oscura; los alquimistas, de un sol negro". ("El Zahir"; J. L. Borges)







    En la página Oxímoron encontrarán varios ejemplos de ellos, por ejemplo:

    • Belleza grotesca.
    • Baja altitud.
    • Biblioteca Bush.
    • Barbilampiño.
    • Club de los solitarios.
    • Crecimiento negativo.
    • Caos controlado.
    • Comisión eficiente.
    • Cambio constante.
    • Café descafeinado.

    Hay muchísimos más separados por orden alfabético, empiezan en esta página.

    Mi propuesta, si quieren seguirla, es hacer un minicuento o relato usando sólo oxímoron.

    Por ejemplo:

    Se tomó un cafe descafeinado, el silencio atronador lo aturdía. Sintió una calma tensa. Tenía que ir a la oficina de inteligencia militar. Los xenófobos moderados lo esperaban. Fue cuando tuvo el accidente premeditado, se encontró con el político honesto y así pudo zafar de la justicia militar que tanto temía....

    Si quieren enviar su "minicuento" oxímoron, hágalo a:

    enviolibros#gmail.com y lo pondremos acá para que posteriormente sea votado.

    ¿El premio?....La gloria eterna....

    E.G.


    Etiquetas: , , ,

    Si encuentran algún enlace a Taringa, pera poder verlos.


    posted by Algunas libros gratis en Internet @ 10:29 a.m.   0

    Si quiere dejarnos un comentario
    Si quiere poner un link a esta entrada.

    Los que quiebran los límites....(los arqueros alcanza pelotas)
    martes, 4 de septiembre de 2007
    Si alguien quiere hacer un cuento inspirado en "Macaló", tal vez recordando a Roberto Fontanarrosa.




    Traducción:

    Periodista:

    -Entonces Macaló, ¿ud. no sabía que el equipo sólo puede tener once jugadores?

    Macaló:

    -Si, lo sabía señora

    -¿Quiso salvar a Araçatuba?

    -Salvarlo, no se lo podía salvar, ¿no?, porque el equipo ya estaba perdiendo por tres a uno....Pero, el arquero salió, tomé la posición de él y evité que tuvieramos una goleada mayor.

    -¿Qué fue lo que sintió en el momento en que defendió el arco?

    -Ah, yo sentí firmeza



    Macaló podría ser un personaje de un cuento de Roberto Fontanarrosa....


    Si alguien quiere escribirlo, en:



    Etiquetas: , , , , , , , , , ,

    Si encuentran algún enlace a Taringa, pera poder verlos.


    posted by Algunas libros gratis en Internet @ 8:49 a.m.   0

    Si quiere dejarnos un comentario
    Si quiere poner un link a esta entrada.

    Los Documentales en el Blog No Oficial
    Para Evitar ser tan monitoreados por Google y NSA nos fuimos a Wordpress

    Buscador de Libros Gratis en la Web.
    Buscador de música, películas y series de tv gratuitas en la web.


    Las Novedades en el Twitter del Pirata Clandestino


    Para no ser tan espiados por Google, Blogspot y demás, la sigo en Wordpress



    Las películas y libros sugeridas para Obama...
  • Buscador de Cds y Dvds de música y películas gratuitas en la web.

  • El uso de la "web 2.0" por parte de los autores, interesante iniciativa que cuenta con Ursula K. Le Guin entre otros escritores.


  • Si quiere buscar algo en el blog. 

    Nuestra dirección de e-mail:

    Enviolibros#gmail.com

    Reemplace # por @


    Nuestro Libro de Visitas.


    Nuestro Álbum de fotos

    Las "Cajas Misteriosas" de J. J. Abrams, conferencia, con subtítulos en español, del guionista de la serie Lost.

    Ingrese su dirección de correo si quiere recibir un mensaje cada vez que colocamos una entrada nueva en el blog:

    Delivered by FeedBurner

     Si quiere suscribirse en un lector de etiquetas

    En formato xml para suscribirse a un lector de rss.


  • Explicación sobre como usar un lector de RSS (si no tiene idea de qué se trata).
  • Sobre censura y otros intentos en la web.

    Entradas anteriores del blog.
    Archivos con las entradas anteriores del blog.
    Enlaces
    Template by

    Blogger Templates

    BLOGGER



    Las entradas más leídas del blog.


    Las personas que visitaron esta página también visitaron.


    Add to Technorati Favorites
    Blogalaxia

    BlogBlogs.Com.Br