Los nuevos pecados capitales:
- No contaminarás el medio ambiente.
- No provocarás injusticia social.
- No causarás pobreza.
- No te enriquecerás hasta límites obscenos a expensas del bien común.
- No realizarás manipulaciones genéticas.
- No llevarás a cabo experimentos sobre seres humanos, incluidos embriones.
- Y no consumirás drogas.
Pensaba en el tema del pecado cuando encontré en un blog, un artículo que comentaba un ensayo de Robert Louis Stevenson, que lo había empezado a escribir hacía tiempo y luego quedó "colgado".
Y tiene que ver con el tema de los pecados ya que se llama:
Moral Laica
El ensayo estuvo mucho tiempo perdido y se editó hace dos años en español, igual no está en ninguno de los lugares conocidos y tampoco en la web así que no está digitalizado.
Stevenson escribió varios cuentos y fábulas con el tema de la moral y la ética.
Borges, que lo admiraba, escribió en el prólogo a sus fábulas:
Stevenson no fue un hombre religioso. Fue algo mejor, fue un hombre ético. Un personaje de Bernard Shaw declara que ha dejado atrás el soborno del cielo: Stevenson huviera podido agregar que ha dejado atrás la amenaza del infierno.
Es una pena que no tengamos la "Moral Laica" para darle una leída, los comentarios que encontré me resultaron interesantes, por ejemplo en "El País" de España hay un artículo que dice:
"¿Qué es el hombre? La pregunta, nadie podrá negarlo, es buena. Pues nada menos que a tratar de responderla se aplicó Robert Louis Stevenson (1850-1894) en un ensayo inconcluso publicado por primera vez dos años después de su muerte. Como era de suponer, el escritor escocés termina hablando de lo divino y de lo humano, y hay que decir que resulta mucho más incisivo cuando discurre sobre los hombres que cuando lo hace sobre los dioses. Así, el autor de La isla del tesoro se enfrenta en este cuadernito interrumpido a cuestiones como la educación, el trabajo y, por supuesto, las palabras. Es el suyo el pensar de alguien que se aplica el cuento y no busca "transmitir verdades, sino un sentido de la verdad; no puntos de vista, sino una visión". Es, en fin, la obra de un moralista que defiende la bondad frente a la respetabilidad y la honestidad frente a la fama:
"En el caminar y no en su rumor es donde está la justicia".
" Convencido de que la abundancia desemboca en la indiferencia, el escritor traza unos apuntes de plena actualidad sobre el consumo. Y lanza una pregunta: ¿es moral comprar sin necesidad? Y donde dice comprar vale decir comer. Puede que la respuesta a esa cuestión sirva también para aquella primera sobre el sentido de lo humano. Stevenson no se resigna: "Hay Algo que estaba antes del hambre y que permanece después de una comida". La mayúscula es suya."
Encontré también un ensayo sobre el ensayo de Stevenson (sería un ensayo al cuadrado???)
Donde dice:
" Es preciso, por tanto, escuchar a Stevenson, ya no como narrador, sino como amigo. Todo ensayista cultiva este propósito de simpatía por el que espera ser bien recibido, aun cuando a la postre pueda suscitarse cierta discrepancia de opinión entre el anfitrión y su huésped. El tono, en el ensayo, puede incluso suplir el argumento, y al final podemos sentir deleite aun a pesar de la discrepancia. Tal vez el ensayo sea, con esta perspectiva, la forma más civilizada de la literatura."
Así, la “moral laica” de Stevenson parece, a primera vista, un ensayo por el que se invita a prescindir de la religión para orientar la conducta; pero el resultado de la lectura es precisamente lo contrario de esta suposición: devolver a la religión cristiana el espíritu del que ha sido privada, otorgar a los argumentos de la fe, con una base en la moralidad natural de las personas, la fuerza que le ha sustraído la inercia del hábito. Moral laica no se opone, en Stevenson, a moral religiosa, sino a moral mundana, en el sentido en que el mundo dicta reglas de conducta que, bajo la apariencia de la libertad, oculta los peores vicios —pecados, corregiría Chesterton— de la naturaleza humana.
Resultará curioso para el lector el modo en que ciertos tópicos del puritanismo (como la insuficiencia del pacto de obras o la depravación original del hombre) son evocados por Stevenson desde el punto de vista del sentido común.
La conclusión de Stevenson no está marcada por doctrina alguna, sino por la mera exigencia ética de la razón. Su ensayo, en consecuencia, no ofrece lecciones, sino ejemplos (como el del joven que disfrutó de “las ventajas de la educación”); no pide aplicación, sino emulación. El punto de partida de Stevenson es el “problema de la educación”; el punto final del ensayo (si lo tuviera, ya que está interrumpido) sería que resulta preferible obrar por convicción antes que por responsabilidad. Sólo podemos ser dueños de la hora presente; las consecuencias futuras de toda acción escapan a nuestro poder. El futuro, como diría Escrutopo, el diablo de Lewis, es el reino del pecado. El pecado está ya en la intención; la virtud, en el obrar. Stevenson escribe: “El beneficio de toda acción debería ser éste, que hacerla fue justo”. El hombre virtuoso (o el hombre cuando es virtuoso) no mira más allá de la justificación de su conciencia por haber obrado como lo ha hecho. La ocasión para la virtud, para el “sentido de la justicia”, sin embargo, no es casual, sino característica, y pretende ir más allá de la hora presente, como una “permanencia que soporta las vicisitudes de la pasión”.
Al distinguir los“poderes tributarios, pero independientes”, que hay en el hombre, la moral laica de Stevenson habría de seguir la misma dirección que el mero cristianismo de Lewis. Stevenson parece haber advertido, desde Samoa, el riesgo que entrañaba una confianza ciega en la moralidad de la vida civilizada.
La confianza no prohíbe abrir los ojos en todo momento. Cuando se dirige a sus contemporáneos, el autor les recuerda que no podían considerarse discípulos de Cristo, sino de Franklin. Esto, no obstante, no era un reproche a Franklin, sino a sus contemporáneos, en la medida en que no fueran capaces de buscar la educación por sí mismos y convertirse en “embajadores de Dios” o “letras” de su alfabeto. Por su naturaleza, el hombre no puede conformarse con las lecciones aprendidas, sino que debe aprender y tratar de enseñar el “dialecto del alma”.
Una pena que no lo tengamos para darle una mirada y seguir una "Moral Laica" por lo menos para quienes no somos religiosos.
Si llegara a tener el libro "Moral Laica" o realiza la traducción del mismo y quiere compartirlo con nosotros envíelo a:
enviolibros#gmail.com (reemplace # por @)
E.G.
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