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En Intenet, ¿quien diría?, el libro impreso es el campeón de ventas.

Una investigación afirma que los internautas compran más obras literarias que cualquier otro objeto de consumo.

Por

Sérgio Augusto

Traducción al español, E.G.

¿Cuál es el producto más comprado en internet?

¿Música? No. ¿Videogames? Tampoco. Dije comprado, no bajado.

¿Pornografía? Tampoco. Es verdad que los sites de pornografía, búsqueda y de relaciones son los más visitados en el mundo entero (los de golf, sólo en los EUA); pero, en el ítem compra, el campeón – aunque parezca increíble - continua siendo el libro.

Supe del tema por Nielsen/NetRatings, el reputado verificador de consumo online. Datos recolectados en 48 países revelaron que 41% de los 875 milhones de e-consumidores compran más libros que cualquier otro objeto de consumo. Redondeando: ocho de cada diez internautas encomendaron por lo menos un libro, en los últimos tres meses, a librarias virtuales como Amazon y demás. Un aumento del 20% en relación a 2005.

Brindemos! A Guttenberg, por el libro; a Tim Berners - Lee, por la web; y a Jeffrey Bezos, por Amazon, pionera en el comercio electrónico.

Se habla mucho en crisis del libro, en decadencia de la lectura, indiscutible calamidad mundial, mayor y siempre creciente en los jóvenes. Aqui y alla acciones afirmativas están siendo estimuladas, ninguna de comprobada eficacia. Para aumentar el interés de sus teenagers por la lectura, las autoridades educativas británicas utilizaron a la pareja Richard Madeley-Judy Finnigan, que hace cuatro años comanda un Club del Libro en un vespertino talk show del Channel 4. Cada título recomendado por la pareja puede vender hasta más del 3.000% de lo previsto. Los estudiantes ingleses fueron liberados para ir al programa de Richard & Judy, siempre que reserven un espacio en su programa de lecturas a una pieza de Shakespeare y la obra de un autor del período 1300-1800.

El alcalde socialista de la pequeña ciudad agrícola de Noblejas, en el Centro de España, resolvió apelar para lo que algunos escépticos llaman, con todas las letras, de 'soborno': un premio de 1 euro a todo niño y adolescente por cada hora de comprobada lectura en las bibliotecas escolares. La juventud española tiene uno de los peores índices de lectura y retención de la Unión Europea, en parte porque figura entre los que más precozmente abandonan los estudios.

En las Américas, sólo los canadienses prefieren leer un libro a ir al cine o ver televisión. Cuatro de cada diez canadienses leen por lo menos un volumen por mes. Superan a los estadounidenses (73% de los cuales leyeron apenas un libro entre agosto de 2006 y agosto de 2007) y, con más exhuberancia, a los ingleses, un cuarto de ellos no abrió un libro siquiera en 2007.

La más conspícua excepción a la regla, en la tierra de la policía montada, es el primer ministro Stephen Harper, considerado como un hombre de pocas luces, sobre todo por el escritor Yann Martel, autor de Book of Pi, que cada dos semanas le envia un libro, acompañado de una carta, educada, pero provocativa. Martel no desiste de sacar a Harper de la inercia cultural. Su bombardeo literario empezó con las Meditaciones de Marco Aurelio, el último de los cinco buenos emperadores romanos (Nerva, Trajano, Adriano, Antonino Pio, los otros), pero hasta ahora el primer ministro no acusó recibo.

Los estadounidenses están tan preocupados con el desprestigio del libro (y de la palabra impresa en general) que el NEA (National Endowment for the Arts), organismo de incentivo a las artes de Estados Unidos, montó un programa nacional de incentivo a la lectura, operando a todo vapor, y con envidiable dotación, en 50 Estados de la Unión.

Ni así, ni con la ayuda del club del libro de Oprah Winfrey, los EUA entraron en el Top Ten de Nielsen. El auspicioso aumento de 7,5% en la venta de libros, que fue registrado en noviembre pasado, no ocurrió en el comercio online, sino en las propias librerias. Los estadounidenses son menos high tech para ciertas cosas que lo que se imagina - además de que prefieren el saludable contacto físico con los libros proporcionado por las librerias, muy numerosas y bien distribuídas en el país. Menos interesados en libros extranjeros, su transito por las librerias virtuales extranjeras es bastante comedido.

¿En dónde, al final, viven el mayor número de compradores de libros por internet?

En Corea del Sur.

Apenas dos potencias del G-8, Alemania y Reino Unido, aparecen entre los diez primeros colocados. Alemania, bien: en segundo lugar, con 55% de compras online. El Reino Unido, mal: en décimo, con 45%. Austria, con 54%, entró en tercer lugar. Los demás son países emergentes, como Vietnam (empatado con Áustria), Egipto (49%), China (48%), Índia (46%) y Formosa (vulgo Taiwan, con el mismo porcentaje que el Reino Unido).

La lideranza de Corea del Sur no debe ser motivo de espanto. Antes de transformar el Instituto Dom Barreto, de Teresina, en la mejor escuela de enseñanza media de Brasil, el matemático Marcílio Rangel de Farias fué a aprender el camino que hizo Corea del Sur, que todavía tiene mucho a enseñarnos en materia de educación.

Sorprendente, espantosa, asombrosa - y sobre todo excelente presagio - es la presencia de Brasil entre los cinco mayores compradores de libros por internet. Por increíble que parezca, ocupamos la quinta colocación, con 51%, apenas abajo de Austria y de Vietnam y un poco arriba de Egipto. Si hubiera un G-8 de internautas librescos, Brasil sería parte del grupo, así como dos de sus tres compañeros de Bric, India y China.

Festejemos. Pero con moderación.

Si consumir libros en un país con 2,4 millones de analfabetos en la franja que va de los 10 a los 29 años, más no se cuantos millones de ancianos que no saben leer ni escribir, es exclusividad de una elite, más elitista aún es el segmento que adquiere parte de suas lecturas online. Y no apenas porque tal procedimiento exige, como mínimo, un computador y una tarjeta de crédito.

Ya ocupamos el 72º lugar en el ranking de los países que mas utilizam internet. Además de México, batimos a la Argentina, que, sin embargo, posee más librerias, gente alfabetizada, y una taza menor de evasión escolar en la enseñanza media. Si me propusieran y fuese posible, permutar éstos índices, lo aceptaría. Ya que nuestras ventaja en el campo de la informática son menores que nuestras desventajas en lo que me parece ineludiblemente prioritario: más librerias y escuelas (de calidad) para todos.

Consta que la venta de libros en Brasil creció 15% en 2007, y que en función de esto una imprenta precisó de 400 toneladas de papel a más para poder entregar las encomiendas. Editores y libreros se regocijaron, atribuyendo el aumento a la eliminación de algunos impuestos (PIS, Cofins), al mayor poder adquisitivo de las clases C y D, y al interés de niños y adolescentes por historias de aventuras.

Y ¿ si en aquella imprenta que precisó aumentar su estock de papel en 400 toneladas sólo se imprimieron tonterías, como, digamos, libros didácticos de deplorable calidad? ¿ Tendrán los eventuales afluentes de las clases C y D influencia benéfica sobre el marasmo que hace tiempo está vigente en las listas de best sellers? Y ¿ si el aumento de 15% favoreció sobre todo (o apenas) a los libros de autoayuda y a autores como Dan Brown, Nora Roberts y John Grisham?

Pero volvamos al consumo online, que, por carambola, fue el gran asunto de las últimas semanas. No por causa de nuestra sorprendente colocación en el ranking de compras de libro - pués ningun diario de la tierra dió la noticia - , sino del escándalo de las tarjetas corporativas, también usadas en transacciones via internet, y por otra especie de elite.

Pasé los ojos en la inmensa lista de objetos adquiridos por nuestras autoridades y servidores públicos, mediante tarjetas corporativas del gobierno federal, y en ella no encontré un único libro.

Los perdularios del erario compraron de todo - ropas, joyas, bijuterias, vino, aceite, flores, cosméticos, recuerdos, anteojos de marca, sutiens importados, sábanas y tohallas, linternas, paraguas, carteras, zapatos, golosinas, colchones, piscinas, artículos de peluche, juegos de cubiertos, cocinas, bodega climatizada – hasta tapioca incluyeron. ¿ Libro? Ninguno.

Que la ex ministra de la Igualdad Racial, Matilde Ribeiro, no haya ni siquiera adquirido una revista en el kiosko del aeropuerto de Brasília para abanicarse, está bien. Pero cómo explicar que el rector de la Universidad de Brasília, Timothy Mulholland, no haya visitado el site de una libreria para, con uma fracción ínfima de los R$ 470 mil (unos 270 mil dólares) de recursos de Finatec (Fundación de Emprendimentos Científicos y Tecnológicos) gastados con tachos de basura, sacacorchos, abridor de latas, copas de vino, licuadora y otros ítems carísimos, ¿comprar un libro? Podia hasta ser de culinaria, ya que, por lo visto, su biblioteca es la cocina.

Etiquetas: Brasil, corporativas, ranking, tarjetas, ventas