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Tras una muy larga interrupción de su actividad de director, Roy Andersson volvió con Canciones del segundo piso. Esta crítica de la civilización no sólo conquistó todos los premios nacionales imaginables y el premio del jurado en Cannes, sino que también subyugó al público, en Suecia y en el extranjero, por su audaz lenguaje pictórico y sus elaboradas escenas. Roy Andersson deja muy claro que no todos se sienten a gusto en la vieja sociedad del bienestar, a pesar de las coyunturas favorables. La película es esencialmente una crítica de los años 70 dirigida a los fracasos de la socialdemocracia y desciende hasta el colapso y el pecado original. Es duro ser sueco, pero Roy Andersson permite a pesar de eso que podamos reirnos de todos los males.
La película está inspirada en un poema de César Vallejo. Una historia sobre nuestra necesidad de amor, nuestra confusión, nuestra mezquindad y sobre todo, de nuestra vulnerabilidad. Es una historia con muchos personajes, entre ellos un padre y su amante, su hijo más joven y su novia. Es una película sobre las grandes mentiras, el abandono y el eterno deseo por el compañerismo y el de su confirmación. Al parecer, el mundo se sitúa cerca o casi a punto de pasar la línea de cambio entre dos siglos. El número 1999 enfrentándose a un cambio de vida computacional para ser 2000. Locaciones reales con efectos luminosos increíbles combinados con relucientes automovilistas embotellados, otros individuos recurren a su cotidianidad con la actitud debida, otros deambulan escapando de fantasmas, autoflagelación masiva, consumismo. Una odisea de más de 45 personajes, llevados de un lado para otro, entrelazados hacia un fino simulacro apocalíptico del fin del mundo.
Traspié entre dos estrellas ¡Hay gentes tan desgraciadas, que ni siquiera tienen cuerpo; cuantitativo el pelo, baja, en pulgadas, la genial pesadumbre; el modo, arriba; no me busques, la muela del olvido, parecen salir del aire, sumar suspiros mentalmente, oír claros azotes en sus paladares!
Vanse de su piel, rascándose el sarcófago en que nacen y suben por su muerte de hora en hora y caen, a lo largo de su alfabeto gélido, hasta el suelo.
¡Ay de tánto! ¡ay de tan poco! ¡ay de ellas! ¡Ay en mi cuarto, oyéndolas con lentes! ¡Ay en mi tórax, cuando compran trajes! ¡Ay de mi mugre blanca, en su hez mancomunada!
¡Amadas sean las orejas sánchez, amadas las personas que se sientan, amado el desconocido y su señora, el prójimo con mangas, cuello y ojos!
¡Amado sea aquel que tiene chinches, el que lleva zapato roto bajo la lluvia, el que vela el cadáver de un pan con dos cerillas, el que se coge un dedo en una puerta, el que no tiene cumpleaños, el que perdió su sombra en un incendio, el animal, el que parece un loro, el que parece un hombre, el pobre rico, el puro miserable, el pobre pobre!
¡Amado sea el que tiene hambre o sed, pero no tiene hambre con qué saciar toda su sed, ni sed con qué saciar todas sus hambres!
¡Amado sea el que trabaja al día, al mes, a la hora, el que suda de pena o de vergüenza, aquel que va, ñpor orden de sus manos, al cinema, el que paga con lo que le falta, el que duerme de espaldas, el que ya no recuerda su niñez; amado sea el calvo sin sombrero, el justo sin espinas, el ladrón sin rosas, el que lleva reloj y ha visto a Dios, el que tiene un honor y no fallece!
¡Amado sea el niño, que cae y aún llora y el hombre que ha caído y ya no llora!