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    UNA NUEVA CLASE DE CIENCIA GRANDE-Einstein y Eddington
    martes, 20 de enero de 2009

    Aaron Hirsh. Columnista de Ciencia. New York Times.

    El próximo verano (boreal), el Gran Colisionador de Hadrones, la enorme inversión europea de $9 billones (nueve mil millones de dólares), lanzara un puñado de iones a lo largo de un túnel circular de 17 millas (27,2 km) y hará que golpeen entre ellos con tanta fuerza que se fraccionen de tal manera para transformarse en los más pequeños fragmentos atómicos jamás observados. Si todo ocurriese según lo planeado, los destellos y chispas de esas astillas revelarán, finalmente, al misteriosos bosón de Higgs, la partícula singular que dota a todas las otras con la propiedad de masa.

    Para todos aquellos que no son físicos especializados en partículas, esto puede parecer terriblemente exótico, sin mencionar que resulta exorbitantemente caro. Pero si retrocedemos un paso para ver con más amplitud el contexto de la ciencia contemporánea, el gran proyecto de la física de partículas no aparece como algo disparatado sino como un vívido ejemplo de una tendencia muy extendida: en muchos campos diferentes los nuevos conocimientos (data) son generados por cantidades menores de proyectos enormes. Y con este proceso de centralización aparecen cambios en lo que los científicos miden – y en lo que los científicos son.

    En la física, una lenta pendiente hacia la centralización tuvo un golpe inesperado durante la segunda guerra mundial –el proyecto Manhattan (el desarrollo de la bomba atómica)- y no resulta sorprendente que el colisionador sea el epítome de lo que los historiadores han llamado “Ciencia Grande”. Pero una evolución similar resulta ahora evidente en todas las disciplinas.

    Cuando una cristalógrafa quiere determinar la estructura de una molécula, debe solicitar tiempo en un gran sincrotrón que le suministre los poderosos rayos X que necesita. Cuando un biólogo quiere la secuencia de un dado genoma, presenta su pedido a un gran centro de secuenciamiento, donde batallones de máquinas automáticas habrán de leer, en paralelo, diferentes párrafos del texto del genoma. Y cuando un ecologista busca estudiar los efectos de todo el exceso de CO2 en el aire, tendrá que referirse a los laboratorios nacionales que logran las roturas de partículas, Brookhaven y Oak Ridge, que han generado sistemas (modelos) para manipular la atmósfera sobre bosques enteros.

    No son sólo los instrumentos científicos sino también los científicos en persona los que se han transformado por la centralización. Si el siglo XIX fue una era donde una enormidad de investigadores actuaban solos, sean en el campo o en estudios rodeados de libros, el presente es, hasta ahora, la era de los científicos administradores. Muchos de los más conocidos científicos de esta época son hombres y mujeres excepcionalmente talentosos en el manejo de los recursos –humanos y de otros tipos- requeridos para planificar, construir y utilizar enormes y complejísimas (sofisticadas) instalaciones.

    En cierta forma la centralización parece inevitable. Los gobiernos que proveen los fondos para las investigaciones han ido centralizando sus organizaciones, por lo que es posible que la ciencia haya sido arrastrada en este proceso. Pero aun sin ese viento de cola dominante, la ciencia iría, creo, en esa misma dirección.

    Una disciplina joven crece, necesariamente, con la información que puede obtener fácilmente. Y, coherentemente, también define con más exactitud, que debe ser medido para poner a prueba sus teorías. Cuando se van terminando las frutas que cuelgan en la parte inferior (del árbol de la ciencia), empiezan a hacerse evidentes las más interesantes que están mucho mas arriba y que requieren mayores inversiones para su cosecha. La centralización es lo que extiende el alcance del científico.

    Pero, por supuesto, también aparecen las complicaciones. Hay aspectos jerárquicos inquietantes en la nueva arquitectura de la comunidad científica: lo que antes era un conjunto de pequeñas aldeas, hoy es algo más cercano a una ciudad en altura, con grandes oficinas en la parte superior y muchos cubículos por debajo.

    El problema no es sólo lo que esto significa para los que habitan en los cubículos sino en que toda la estructura deba fundarse en la creatividad y la visión de unos pocos gerenciadores. Si la oficina de vidrio de la parte superior está ocupada por Einstein, excelente, pero lo cierto es que no hay garantías de que esto ocurra siempre. Es notable que este punto me haya sido observado por un amigo que creció en la Unión Soviética. “Escúchame, “ dijo “la centralización es peligrosa” (Lysenko?)

    Por otra parte está el problema de relacionarse con la Ciencia Grande cuando uno está fuera del edificio, mirando hacia arriba. La dificultad no es sólo que la investigación es recóndita sino que el trabajo es institucional, opuesto a lo individual. Después de todo, no mucha gente entendió el trabajo sobre la relatividad general, pero muchos se relacionaron con Einstein. Por supuesto que todos nos preocupamos por el destino de nuestros impuestos, pero resulta muy difícil que podamos establecer una relación con la búsqueda del bosón de Higg.

    Ahora, si la Ciencia Grande es aquello que permite obtener la información que es verdaderamente excepcional, ¿que podemos hacer?

    Hay otra forma de extender nuestro alcance científico y creo que puede devolvernos algo de lo que se perdió en el proceso de centralización. Es lo que ha sido llamado “Ciencia de los Ciudadanos” y que implica la participación de un gran número de individuos, sin mayor entrenamiento, buscando información científica. Retornando a nuestra metáfora arquitectónica, si la Ciencia Grande hace edificios cada vez más altos, la “Ciencia de los Ciudadanos” extiende hacia fuera la comunidad de aldeas.

    Para mí, un caso especialmente ejemplarizador de la “Ciencia de los Ciudadanos” lo constituye el conteo de pájaros, en navidad, de la Sociedad Audobon. Cada invierno, desde mediados de diciembre hasta principios de enero, decenas de miles de intrépidos participantes se despliegan por América del Norte y, entre todos, tratan de responder a dos preguntas básicas: ¿Cuántos pájaros hay?, ¿de que clases?

    Es un tipo simple de información, por supuesto, pero a la vez resulta científicamente invaluable. Los datos obtenidos cumplen ya ciento nueve años y esta cobertura, tan extendida temporalmente y sumada a la cobertura geográfica que abarca el continente, permiten que los científicos enfrenten preguntas que resultarían tan inaccesibles como puede ser el bosón de Higg. En los últimos años, con esta información, los científicos han podido seguir la emergencia y el impacto del virus de Nilo Occidental, entender los efectos ecológicos de las especias introducidas al medio y medir el desplazamiento hacia los polos que éstas efectúan como respuesta al proceso de calentamiento global.

    Este grupo de “Ciencia de los Ciudadanos” es verdaderamente un ejemplo brillante, pero hay otros casos que están también operando. Aun en actividades subacuáticas, un ciudadano con su snorkel puede servir a la ciencia tomando unas pocas notas que pueden ser ingresadas a una página dada de internet, al regresar a la orilla. Internet es un medio natural para la “Ciencia de los Ciudadanos” –ampliamente distribuido y altamente organizado, es la última red de aldeas- a lo que se le suma una iniciativa conocida como “Enciclopedia de la Vida” (The Encyclopedia of Life) que ha llamado al mundo de los entusiastas a contribuir con sus descubrimientos diversos a una biblioteca de especies, basada en la red (web) con: una pagina por organismo, mostrando fotos, taxonomía, historia natural y hasta ecología.

    Por supuesto que la “Ciencia de los Ciudadanos” no tendrá mayor utilidad en el secuenciamiento del genoma o en la física de partículas. Pero será de ayuda – quizá importante- en la obtención de un tipo de datos que habrán de adquirir importancia en las próximas décadas. Una red amplia y dispersa de observadores ha de resultar crítica para detectar el cambio global –modificación en el comportamiento del clima; variaciones en el rango de extensión de especies; transformaciones mayores en los eco-sistemas –esto último, desgraciadamente, es un área de la cual necesitamos conocer muchísimo más si queremos mitigar y hacer adaptaciones a los efectos desgraciados que estamos teniendo para nuestro Planeta.

    Y finalmente, lo que será más importante respecto de esta “Ciencia de los Ciudadanos” es lo que puede significar en la relación entre los ciudadanos y la ciencia. Cuando todos están participando en la obtención de información, esa torre austera y prohibida adquiere el carácter de un objetivo humano. En 1963, Alvin Wainberg, que entonces era el director de Oak Ridge, asocio la Ciencia Grande con los grandes monumentos que las civilizaciones alguna vez construyeron: las catedrales de la Europa medieval; las pirámides de Egipto.

    Pero a medida que hagamos más altos nuestros templos de investigación científica también deberemos reforzar sus fundaciones y ampliar las congregaciones participantes. Puede que la nueva administración (Barak Obama), que ya ha demostrado ser hábil en el uso de Intenet para coordinar amplias redes de voluntarios, deba considerar la “Ciencia de los Ciudadanos”. Esta suministraría información a tiempo y hacernos mejores ciudadanos.

    Aaron Hirshes un columnista invitado. Es biólogo y escritor con base en el estado de Colorado. Tiene un doctorado en Ciencias Biológicas de la Universidad de Stanford (San Francisco ,California)donde desarrolló estudios sobre cómo evolucionan moléculas de proteínas .Ha tenido a cargo, durante varios años, trabajos de campo en Baja California, Méjico, observando los animales que viven en el Mar de Cortez -también conocido como Golfo de California. Un libro que describe sus aventuras allí, “Telling Our Way to the Sea” será publicado en poco tiempo. TambiénUna es investigador asociado de la Universidad de Colorado.

    Lo encerrado en paréntesis son aclaraciones del traductor, la parte de “tradittore”


    Enviado por Nastenka a la lista librosgratis, desconozco el nombre del traductor.




    Como una forma de ilustrar la historia de la ciencia, sus centralizaciones y descentralizaciones:

    Einstein y Eddington:

    Einstein y Eddington es un drama británico producido por la BBC, es la historia de La Teoría De La Relatividad de Albert Einstein, su relación con el cientifico británico Arthur Eddington y la introducción de su teoría al mundo


    Einstein y Eddington,para descargar desde varias direcciones.

    Lo bueno de la página de arriba es que pueden descargar la partes 1 y 2 simultáneamente, desde rapidshare y desde el otro servidor Netload.
    Por ejemplo descargué las parte 1 de rapidshare, la 2 de Netload y después la 3 de Rapidshare y la 4 de Netload (en la primera opción) luego tiene que armar los archivos que arman el video dos veces, no se porqué en cada uno de los archivos de 200 megas estaban los archivos de la película separados en 15 megas, pero se puede armar la película.

    De todas maneras en el link de abajo que es un mensaje que enviaron a Libros_ciencia_Cafe, verán los enlaces para descargar de rapidshare la película y al final los subtítulos en castellano, descargué de ahí los subtítulos en castellano y funcionan.


    Desde acá pueden descargar los subtítulos y también la película, de Libros_Ciencia_Cafe



    comienzo de la película Einstein-Eddington


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    Si encuentran algún enlace a Taringa, pera poder verlos.


    posted by Algo de música y Tal vez otras cosas @ 5:29 a.m.  
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