Olivia Judson. Publicado por el NY Times, septiembre 30, 2008 Original en inglés.
Si hay algo vivo en Marte seguro que será una misteriosa bacteria o algo similar, no serán hombrecitos verdes. Lo cual es una verdadera desgracia. Porque lo que nosotros, los seres humanos, necesitamos es un grupo de alienígenas inteligentes y amistosos que nos estudie y nos dé un informe de los resultados. El problema es que, en muchos aspectos, resulta muy difícil estudiarnos a nosotros mismos. Primero, hay problemas prácticos. Es más fácil, por ejemplo, estudiar organismos que tengan período de vida más corto que el nuestro: cuando la vida es más corta resulta posible acumular muchos conocimientos sobre ellos dentro del plazo de vida de un ser humano. Como consecuencia, sabemos mucho más sobre bacterias, moscas de la fruta y ratas que lo que conocemos sobre elefantes, tortugas gigantes o los árboles sequoia [milenarios de California]. Otra dificultad: es difícil realizar ciertas clases de experimentos. Muchos de los experimentos que realizamos con la mosca de la fruta serían irrealizables o inmorales aplicárselos a personas. Pero hay también un problema mas profundo: es muy difícil observarnos a nosotros mismos de manera objetiva. Los escritos de sicología muestran que, como individuos, somos buenos para ver a otra persona con claridad pero no para hacerlo con nosotros mismos. La mayoría de las personas se auto califican como conductores de automóviles por arriba del promedio y se ven a si mismos mejor parecidos que lo que otros los ven. (La heroína de la ficción del siglo XVIII, Moll Flanders, aceptaba que una alta autoevaluación podía ser peligrosa, argumentando que las mujeres que se creen bellas son más fáciles de seducir: “Si una joven se cree bonita, nunca duda de cualquier hombre que le diga que la ama; se considera lo suficientemente atractiva para cautivarlo, por lo que es natural esperar los efectos”. En general, para las “buenas” características, tales como generosidad, amistad y sentido del humor, la mayoría de las personas se evalúan a si mismas por sobre el promedio; para las “malas”: deshonestidad y esnobismo, consideran estar por debajo del promedio (menos deshonestas, menos esnobs). Casi todos pensamos ser menos prejuiciosos que otras personas, menos racistas, menos conformistas, menos influenciables por la publicidad. Somos buenos para detectar sesgos y prejuicios en otros y ciegos para hallarlos en nosotros mismos. Estas conceptualizaciones felices son extendidas a todos aquellos con quien nos identificamos. La gente cree que los miembros del propio grupo étnico son más propensos a sonreír (aun en situaciones donde la sonrisa es irrelevante, tal el caso de estar solo en una habitación, esperando que la computadora se inicie). Si se les requiere que seleccionar fotografías de personas que podrían apoyar al partido político al que los interrogados pertenecen, eligen la gente mejor parecida y sucede lo opuesto cuando las fotos corresponden a aquellos que no concuerdan con su idea política. En general, se tiende a sostener una visión mas favorable de quienes participan del grupo propio [ingroups], a tratarlos con más generosidad y a exagerar las diferencias que se perciben en quienes están fuera de él [outgroups]. Cuando se trata de estudiarnos a nosotros mismos –para tratar de entender como nos comparamos con otros animales del planeta- caemos en los mismos problemas. Consistentemente sobreestimamos la unicidad humana y subvaluamos las habilidades de otros animales. Por el lado de las excesivas estimaciones solo tenemos que mirar a la historia para ver que el ser humano acumula un gran número de creencias que tienden al engreimiento –por ejemplo, creer que somos el centro del universo o que el planeta fue creado de manera especial para nosotros. A menudo olvidamos que durante los primeros dos mil millones de años de la existencia de la Tierra, ésta sólo estaba habitada por bacterias y que de las mismas se hicieron todas las formas de vida posibles: somos tan dependientes de las bacterias, que viven en nuestras tripas, como lo son las termitas o las vacas. Y cuando se publicó el genoma del chimpancé ya decodificado, hubo una gran decepción. Los genes que habían evolucionado más rápido entre ambos linajes no fueron los referidos a la inteligencia o el tamaño de la cabeza, sino los que correspondían a la reproducción y al sistema inmune –la misma estructura que la que podemos observar en cualquier otro par de especies de mamíferos, cercanamente relacionados. Pero hay más todavía, del resultado de nuestra valoración de otros animales quedamos siempre consistentemente sorprendidos. Mi ejemplo favorito para esta circunstancia proviene de un párrafo inicial de “Nature” [revista científica sobre temas de la naturaleza] que anunciaba que “al final las ovejas no son estúpidas”. La razón de esta reevaluación de la inteligencia ovina fueron una serie de elegantes experimentos que mostraban que las ovejas pueden conocer y recordar otras ovejas. Pero las ovejas son animales sociales, viven en rebaños. Y resultaría asombroso que no tuvieran tal capacidad. (Sin duda que el diario de los ovinos tendría como título: “Los Humanos asombrados otra vez”) La idea de que requerimos ayuda externa para evaluarnos no es nueva. El gran científico del siglo XIX, Tomás Huxley, en su texto clásico sobre la evolución humana y sus similitudes con chimpancés y gorilas, escribió: Preocupémonos, por un momento, en desconectar nuestros propios pensamientos de la máscara de humanidad; imaginemos ser científicos saturninos, si les parece bien, teniendo enfoque imparcial respecto de todos los animales que ahora habitan la Tierra y estudiando las relaciones que se plantean con un nuevo y singular “bípedo erecto e implume”, que algún viajero emprendedor, sobreponiéndose a las dificultades del espacio y la gravedad, ha traído de un planeta distante, bien preservado, puede que en un barril de ron, para que lo inspeccionemos. Huxley sostiene que sólo un ser humano puede negar el extraordinario parecido que se da entre los humanos y sus primos, los primates. Desde entonces, la genuina dificultad de desconectar la “máscara de humanidad” se ha hecho más aparente. A medida que continuamos aprendiendo sobre las inherentes tendencias humanas hacia los prejuicios y las lisonjeras ilusiones que pretendemos mantener, puede resultar más fácil separarnos del problema y evaluarnos a nosotros mismos más claramente. Y entonces establecer que hay predisposiciones que tienen nuestros cerebros y que simplemente no podemos detectar, puntos ciegos que nosotros, como especies, no podemos descubrir que tenemos. Si los alienígenos están leyendo esto, favor de darse a conocer. Notas: Para una fascinante revisión de los sesgos con que los individuos se ven a sí mismos y a otros y sobre los puntos ciegos, ver Pronin, E. 2008 “Como nos vemos y como vemos a otros.” Science 320: 1177-1180. Para las sobrestimaciones de la habilidad de conducir, ver Sundstrom, A. 2008. “Sel assessmengt of driving skill – a review from a measurement perspective>” Transportation Research Prat F11: 1-9. Para personas que se consideran mejor vistos que lo que son, ver Epley, N. and Withchurch, E. 2008, “Mirror, mirror on the wall: enhacement in selfrecognition” Personality and Social Psychology Bulletin 34: 11, [“Mirror, mirror on the wall” es equivalente an nuestro “Espejito, espejito…del cuento de “La bella Durmiente”]. Para la cita de Moll Flanders, ver la novella de Defoe, Daniel del mismo nombre; el texto está disponible en el Proyecto Gutemberg. Para gente que buscan que miembros de su propio grupo étnico sonrían más, ver Beaupre, M. G. y Hess, U.2003, “In my mind we all smile: a case of in-group favoritism.” Journal of Experimental Social Psychology 39: 371,377. En esta también se habla de los experimentos sobre pertenencia a partidos políticos. La actitud general acerca de los grupos propios [ingroups] y y pertenecientes a otros grupos [outgroups] han sido considerados en Robbins, J. M. y Krueger, J. I. 2005, “Social projections to ingroups and outgroups: a review and meta-analysis” Personality and Social Psychology Review 9: 32-47 y en Krueger, J.I. 2007. “From social projection to social behaviour.” European Review of Social Psychology 18:1-35. Para las diferencias de rápida evolución en seres humanos y chimpancés donde los genes afectaron la reproducción y el sistema inmune, ver el Chimpanzee Sequencing and Analysis Consortium 2005, “Initial sequence of the chimpanzee genome and comparison with the human genome.” Nature 437: 69-87. Respecto de las ovejas que son menos estúpidas de lo que creíamos, ver Kendrik, K. M. et al 2001. “Sheep don’t forget a face.” Nature 414: 165-166 (Este trabajo tuvo una corrección menor en el 2007: ver Nature 447: 346). Para la cita de Thomas Huxley, ver pagina 71 de la reimpresión del 2001 de su texto clásico, “Man Place in Nature”[Ubicación del hombre en la naturalez]; fue editado pot Stephen Jay Gould y poblicado por Modern Library. La Dra. Olivia Judson es una bióloga especializada en evolución. Es “ Research Fellow” en biología en el Imperial Collge ; Londres. Es también la autora de un libro titulado ”Dr. Tatiana’s Sex Advice to All Creation: The Definitive Guide to the Evolutionary Biology of Sex”*. Sobre este muy comentado tema se hizo un programa televisivo de tres capítulos. *Consejo sexual de la Dra. Tatiana para toda la Creación. La guía final para la evolución biologíca del sexo”. []: “Tradittore”
Etiquetas: alienigena, inglés, inteligente, new york times, olivia judson, traducción |