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    Salgamos del Darwinismo!
    lunes, 2 de febrero de 2009
    Charles Darwin


    SALGAMOS DEL DARWINISMO

    Olivia Judson.

    Publicado por el NY Times, julio 15 de 2008.

    Charles Darwin fue un gigante. Escribió Sobre el origen de las especies – que es uno de los libros más importantes que hayan sido escritos – en el cual él describe cómo funciona la selección natural y cuáles son algunas de sus consecuencias e implicancias. También escribió -y el listado no es exhaustivo- un tratado sobre la formación de las barreras de coral, al que todavía se considera correcto; una monografía sobre los percebes, tanto extintos como existentes; un libro sobre la forma en que las lombrices hacen suelos; un texto clásico sobre las plantas carnívoras (aquellas que, como la cazamoscas Venus, atraen y digieren insectos); un libro sobre las extraños mecanismos a los recurren las orquídeas para ser fertilizadas; y un relato de los cinco años que pasó a bordo del barco HMS Beagle, transformado en un clásico entre los libros de viaje.

    Como si no fuera poco lo anterior, planteó la selección sexual –la idea de los adornos y los ornamentos, ejemplo: colas de los pavos reales, evolucionan porque las hembras de muchas especies prefieren aparearse con los machos más bellos. La selección sexual se ha transformado, desde entonces, en un campo relevante de investigación por su propia importancia.

    Resumiendo, Darwin hizo mucho más que lo que la mayoría de nosotros lograría hacer en dos vidas. Pero su gigantismo ha tenido una extraña y problemática consecuencia. Es una tendencia a que todos lo cuestionen. “¿Por qué Darwin se equivocó respecto de X?”; “¿Estaba Darwin equivocado sobre Y?”; “¿Qué no sabía Darwin sobre Z?” –estos son encabezados comunes en diarios y revistas, tantos en temas de biología como de literatura general. Además existen estas palabras: Darwinismo (a veces utilizada con el prefijo “neo”), Darwinista (vale también el agregado), Darwiniano.

    ¿Por qué esto es un problema? Porque todo resulta groseramente engañoso. Se supone que Darwin fue el principio y el fin, el alfa y el omega de la evolución biológica y que el tema no ha variado mayormente en los 149 años transcurridos desde la publicación de Sobre el origen de las especies.

    Él no fue, y sí hubo cambios. Aun cuando muchas de sus ideas- selección natural y sexual entre ellas- permanecen como piedras fundamentales de la evolución biológica moderna, el conjunto se ha transformado en su totalidad. Si tuviésemos una máquina del tiempo y trasladásemos a Darwin al presente, éste habría de encontrar gran parte de la biología de la evolución ininteligible – por lo menos hasta que dispusiese de tiempo necesario para estudiar genética, estadística y computación.

    ¡Habría tanto para contarle! Una lista completa me demandaría semanas para escribirla. El tema obvio para empezar ha de ser los descubrimientos en genética, en especial el ADN. Tendríamos que explicarle que cada célula de un organismo contiene el código que describe la construcción del organismo, escrito en forma química –ADN- y que las fuerzas de la evolución están constantemente reescribiéndolo. En realidad, el estudio del ADN nos permite ver la acción de la selección natural considerando molécula por molécula. Podemos ver los genes sobre los cuales la selección natural actúa, tanto para impedir el cambio evolucionario, como para empujar el cambio o para que no tengan efecto alguno.

    Está, además, la fusión de la genética con la selección natural, que ha expandido ampliamente nuestra comprensión sobre cómo esta última puede trabajar. Por ejemplo, nos ha llevado a descubrir que no sólo forma individuos –el largo de un pico o el color de una aleta. También puede actuar sobre grupos familiares y así dirigir la evolución hacia la cooperación y otros comportamientos altruistas.

    La razón está en que el éxito de la evolución puede ser medido por el número de los genes con que un individuo contribuye a la siguiente generación. Quien muera sin reproducirse no tiene contribución directa alguna. Pero dado que los individuos tienen algunos genes en común con los miembros de su familia, pueden tener una contribución genética indirecta si los ayudan a reproducirse en lugar de ser ellos los que se reproducen. Esta “selección familiar” se piensa que ha contribuido a la evolución de los insectos que viven en sociedad –especialmente hormigas, abejas, avispas y termitas- donde sólo algunos miembros se reproducen y todo el resto cuida de las crías.

    Nos gustaría discutir la evolución mas allá de la selección natural –las otras fuerzas que a veces pueden causar (o prevenir) el cambio evolutivo. Aun cuando la selección natural es la única fuerza creativa en la evolución –la única que produce estructuras complejas tales como alas u ojos- no es la única fuerza que establece cuáles genes se distribuirán y cuáles han de desaparecer.

    Y…, y…, y…

    ¿Y qué entendería Darwin de todo esto?

    Pienso que su reacción sería una mixtura de satisfacción y asombro. Satisfacción: porque la selección natural se ha transformado en una idea muy poderosa, explicando un amplio rango de fenómenos. Asombro: por la misma razón. Estará, pienso, fascinado con la insólita historia natural que se ha descubierto en los pasados 150 años –casos como la Wolbachia, bacteria que modifica la reproducción de insectos buscando sus propios objetivos. (La Wolbachia puede tener varios efectos, pero uno de los más comunes es la de matar todos los descendientes machos de una hembra. La razón es que los machos no transmiten la Wolbachia, por lo que, para la bacteria, esto es una pérdida de espacio.) No creo que él se entretendría analizando las secuencias del ADN –pueden parecerle un tanto abstractas respecto del organismo vivo –pero se me hace que estaría encantado en conocer los resultados. Me parece que lo conmocionaría todo lo que conocemos de los llamados organismos modelos –gusanos, sapos, moscas de la fruta, ratas, seres humanos y la bacteria E.coli- y lo poco que sabemos sobre todo el resto. Y pienso que se asustaría por la naturaleza de la investigación científica –la escala de las empresas, el costo, las presiones para publicar y el grado de especialización resultante. Su clase de ciencia –pasó 20 años pensando antes de publicar- no tendría lugar en la actualidad.

    Pero estoy divagando. Retorno a mi argumento: quisiera abolir los insidiosos términos Darwinismo, Darwinista y Darwiniano. Estos sugieren una falsa estrechez del campo de la evolución biológica moderna, como si ésta fuera la creación de una única persona que vivió 150 años atrás, en lugar de un sujeto vasto, complejo y evolucionante, al que muchas otras grandes figuras han contribuido. (La ciencia estaría en un triste estado si un hombre, 150 años atrás, hubiese ya descubierto todo y no quedase nada más por decir). Si todo se enfoca en Darwin, de manera obsesiva, siempre preguntando si estaba en lo correcto en esto o en aquello, como si el descubrimiento de algo que él no pensó o no conoció descalifica o amenaza todo el emprendimiento de la evolución biológica de hoy.

    No es así. Es mi predicción que, en los años futuros, continuaremos refinando el conocimiento de la selección natural y descubriendo nuevos caminos para conformar genes y genomas. Dado que la información genética continúa inundando los bancos de datos, podremos preguntarnos sobre manejos detallados de la evolución, situación que no tenía respuesta anteriormente.

    Todavía en muchos casos –y en tanto se mantenga la forma actual de enseñar la biología- la evolución es únicamente la historia de Charles Darwin. Luego se da vuelta la página y todos se ponen a estudiar cómo funciona el corazón, cómo las plantas generan energía partiendo de la luz del sol , o algún otro aspecto. El concepto evolucionista unifica la biología, permitiendo plantear preguntas e investigar la gloriosa diversidad de la vida –que con lo anterior se ignora.

    Darwin fue un hombre excepcional y el principal fundador de la biología de la evolución. Pero la suya fue la primera afirmación sobre el tema, no la última. Llamar a la biología de la evolución “Darwinismo” y a la evolución por selección natural “Darwiniana” es como llamar a la ingeniería aeronáutica “Wrightismo” y “Wrightianos” a todos los vehículos voladores desarrollados según los planteos de los hermanos Wright, pioneros en esa actividad. El mejor tributo que podemos tener para con Darwin es de llamarlo fundador – y dejarlo allí. Muchas personas han tenido un –ismo agregado a su nombre. Muy pocas pueden decir, con la verdad, que han dado a luz un campo entero de la ciencia moderna.

    Notas:

    Un detalle completo del rango de actividades y logros de Darwin puede ser hallados en las varias biografías publicadas. Muchas de estas son culpables del esquema “ ¿Estaba Darwin equivocado?” y algunas de las mayores discusiones de la biología de la evolución moderna se han referido a la validez de la evolución “no Darwiniana”. Varios libros de cultura popular discuten temas de la moderna biología de la evolución; uno de los mejores es “Ancestor’s Tale”, de Richard Dawkins. Mucho se ha escrito sobre la matanza de machos de la Wolbachia, véase, por ejemplo, Jiggins, F. M., Hurst, G.D.D., Dolman, C.E. y Majerus, M.E.N. 2000. “High prevalence male-killing Wolbachia in butterfly Acraea encedana” Journal of Evolutionary Biology 13, 495-501.

    Este artículo ha sido inspirado (como otros muchos) en una conversación con Oliver Morton – muchas gracias, como siempre. Gracias también a Don Haydon, Gideon Lichfield, Dimitri Petrov, Daniel Richler y Jonathan Swire por clarificaciones, comentarios y sugerencias.

    Olivia Judson

    Traducción: viejo lector








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    BUSCADO: ALIENÍGENA INTELIGENTE, PARA PROYECTO DE INVESTIGACIÓN.
    sábado, 24 de enero de 2009

    Olivia Judson.

    Publicado por el NY Times, septiembre 30, 2008

    Original en inglés.

    Si hay algo vivo en Marte seguro que será una misteriosa bacteria o algo similar, no serán hombrecitos verdes. Lo cual es una verdadera desgracia. Porque lo que nosotros, los seres humanos, necesitamos es un grupo de alienígenas inteligentes y amistosos que nos estudie y nos dé un informe de los resultados.

    El problema es que, en muchos aspectos, resulta muy difícil estudiarnos a nosotros mismos.

    Primero, hay problemas prácticos. Es más fácil, por ejemplo, estudiar organismos que tengan período de vida más corto que el nuestro: cuando la vida es más corta resulta posible acumular muchos conocimientos sobre ellos dentro del plazo de vida de un ser humano. Como consecuencia, sabemos mucho más sobre bacterias, moscas de la fruta y ratas que lo que conocemos sobre elefantes, tortugas gigantes o los árboles sequoia [milenarios de California].

    Otra dificultad: es difícil realizar ciertas clases de experimentos. Muchos de los experimentos que realizamos con la mosca de la fruta serían irrealizables o inmorales aplicárselos a personas.

    Pero hay también un problema mas profundo: es muy difícil observarnos a nosotros mismos de manera objetiva.

    Los escritos de sicología muestran que, como individuos, somos buenos para ver a otra persona con claridad pero no para hacerlo con nosotros mismos. La mayoría de las personas se auto califican como conductores de automóviles por arriba del promedio y se ven a si mismos mejor parecidos que lo que otros los ven. (La heroína de la ficción del siglo XVIII, Moll Flanders, aceptaba que una alta autoevaluación podía ser peligrosa, argumentando que las mujeres que se creen bellas son más fáciles de seducir: “Si una joven se cree bonita, nunca duda de cualquier hombre que le diga que la ama; se considera lo suficientemente atractiva para cautivarlo, por lo que es natural esperar los efectos”.

    En general, para las “buenas” características, tales como generosidad, amistad y sentido del humor, la mayoría de las personas se evalúan a si mismas por sobre el promedio; para las “malas”: deshonestidad y esnobismo, consideran estar por debajo del promedio (menos deshonestas, menos esnobs). Casi todos pensamos ser menos prejuiciosos que otras personas, menos racistas, menos conformistas, menos influenciables por la publicidad. Somos buenos para detectar sesgos y prejuicios en otros y ciegos para hallarlos en nosotros mismos.

    Estas conceptualizaciones felices son extendidas a todos aquellos con quien nos identificamos. La gente cree que los miembros del propio grupo étnico son más propensos a sonreír (aun en situaciones donde la sonrisa es irrelevante, tal el caso de estar solo en una habitación, esperando que la computadora se inicie). Si se les requiere que seleccionar fotografías de personas que podrían apoyar al partido político al que los interrogados pertenecen, eligen la gente mejor parecida y sucede lo opuesto cuando las fotos corresponden a aquellos que no concuerdan con su idea política. En general, se tiende a sostener una visión mas favorable de quienes participan del grupo propio [ingroups], a tratarlos con más generosidad y a exagerar las diferencias que se perciben en quienes están fuera de él [outgroups].

    Cuando se trata de estudiarnos a nosotros mismos –para tratar de entender como nos comparamos con otros animales del planeta- caemos en los mismos problemas. Consistentemente sobreestimamos la unicidad humana y subvaluamos las habilidades de otros animales.

    Por el lado de las excesivas estimaciones solo tenemos que mirar a la historia para ver que el ser humano acumula un gran número de creencias que tienden al engreimiento –por ejemplo, creer que somos el centro del universo o que el planeta fue creado de manera especial para nosotros. A menudo olvidamos que durante los primeros dos mil millones de años de la existencia de la Tierra, ésta sólo estaba habitada por bacterias y que de las mismas se hicieron todas las formas de vida posibles: somos tan dependientes de las bacterias, que viven en nuestras tripas, como lo son las termitas o las vacas. Y cuando se publicó el genoma del chimpancé ya decodificado, hubo una gran decepción. Los genes que habían evolucionado más rápido entre ambos linajes no fueron los referidos a la inteligencia o el tamaño de la cabeza, sino los que correspondían a la reproducción y al sistema inmune –la misma estructura que la que podemos observar en cualquier otro par de especies de mamíferos, cercanamente relacionados.

    Pero hay más todavía, del resultado de nuestra valoración de otros animales quedamos siempre consistentemente sorprendidos. Mi ejemplo favorito para esta circunstancia proviene de un párrafo inicial de “Nature” [revista científica sobre temas de la naturaleza] que anunciaba que “al final las ovejas no son estúpidas”. La razón de esta reevaluación de la inteligencia ovina fueron una serie de elegantes experimentos que mostraban que las ovejas pueden conocer y recordar otras ovejas. Pero las ovejas son animales sociales, viven en rebaños. Y resultaría asombroso que no tuvieran tal capacidad. (Sin duda que el diario de los ovinos tendría como título: “Los Humanos asombrados otra vez”)

    La idea de que requerimos ayuda externa para evaluarnos no es nueva. El gran científico del siglo XIX, Tomás Huxley, en su texto clásico sobre la evolución humana y sus similitudes con chimpancés y gorilas, escribió:

    Preocupémonos, por un momento, en desconectar nuestros propios pensamientos de la máscara de humanidad; imaginemos ser científicos saturninos, si les parece bien, teniendo enfoque imparcial respecto de todos los animales que ahora habitan la Tierra y estudiando las relaciones que se plantean con un nuevo y singular “bípedo erecto e implume”, que algún viajero emprendedor, sobreponiéndose a las dificultades del espacio y la gravedad, ha traído de un planeta distante, bien preservado, puede que en un barril de ron, para que lo inspeccionemos.

    Huxley sostiene que sólo un ser humano puede negar el extraordinario parecido que se da entre los humanos y sus primos, los primates.

    Desde entonces, la genuina dificultad de desconectar la “máscara de humanidad” se ha hecho más aparente. A medida que continuamos aprendiendo sobre las inherentes tendencias humanas hacia los prejuicios y las lisonjeras ilusiones que pretendemos mantener, puede resultar más fácil separarnos del problema y evaluarnos a nosotros mismos más claramente. Y entonces establecer que hay predisposiciones que tienen nuestros cerebros y que simplemente no podemos detectar, puntos ciegos que nosotros, como especies, no podemos descubrir que tenemos.

    Si los alienígenos están leyendo esto, favor de darse a conocer.

    Notas:

    Para una fascinante revisión de los sesgos con que los individuos se ven a sí mismos y a otros y sobre los puntos ciegos, ver Pronin, E. 2008 “Como nos vemos y como vemos a otros.” Science 320: 1177-1180. Para las sobrestimaciones de la habilidad de conducir, ver Sundstrom, A. 2008. “Sel assessmengt of driving skill – a review from a measurement perspective>” Transportation Research Prat F11: 1-9. Para personas que se consideran mejor vistos que lo que son, ver Epley, N. and Withchurch, E. 2008, “Mirror, mirror on the wall: enhacement in selfrecognition” Personality and Social Psychology Bulletin 34: 11, [“Mirror, mirror on the wall” es equivalente an nuestro “Espejito, espejito…del cuento de “La bella Durmiente”]. Para la cita de Moll Flanders, ver la novella de Defoe, Daniel del mismo nombre; el texto está disponible en el Proyecto Gutemberg.

    Para gente que buscan que miembros de su propio grupo étnico sonrían más, ver Beaupre, M. G. y Hess, U.2003, “In my mind we all smile: a case of in-group favoritism.” Journal of Experimental Social Psychology 39: 371,377. En esta también se habla de los experimentos sobre pertenencia a partidos políticos. La actitud general acerca de los grupos propios [ingroups] y y pertenecientes a otros grupos [outgroups] han sido considerados en Robbins, J. M. y Krueger, J. I. 2005, “Social projections to ingroups and outgroups: a review and meta-analysis” Personality and Social Psychology Review 9: 32-47 y en Krueger, J.I. 2007. “From social projection to social behaviour.” European Review of Social Psychology 18:1-35.

    Para las diferencias de rápida evolución en seres humanos y chimpancés donde los genes afectaron la reproducción y el sistema inmune, ver el Chimpanzee Sequencing and Analysis Consortium 2005, “Initial sequence of the chimpanzee genome and comparison with the human genome.” Nature 437: 69-87. Respecto de las ovejas que son menos estúpidas de lo que creíamos, ver Kendrik, K. M. et al 2001. “Sheep don’t forget a face.” Nature 414: 165-166 (Este trabajo tuvo una corrección menor en el 2007: ver Nature 447: 346).

    Para la cita de Thomas Huxley, ver pagina 71 de la reimpresión del 2001 de su texto clásico, “Man Place in Nature”[Ubicación del hombre en la naturalez]; fue editado pot Stephen Jay Gould y poblicado por Modern Library.

    La Dra. Olivia Judson es una bióloga especializada en evolución. Es “ Research Fellow” en biología en el Imperial Collge ; Londres. Es también la autora de un libro titulado ”Dr. Tatiana’s Sex Advice to All Creation: The Definitive Guide to the Evolutionary Biology of Sex”*. Sobre este muy comentado tema se hizo un programa televisivo de tres capítulos.

    *Consejo sexual de la Dra. Tatiana para toda la Creación. La guía final para la evolución biologíca del sexo”. []: “Tradittore”


    Traducido del NYT por viejolector
    Original en inglés.

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