Enviado por: Basileus Castaliensis
Darwin Mal Entendido En el aniversario 200 del nacimeinto de Darwin, persisten dos mitos acerca de la evolución y la selección natural Por Michael Shermer
En el número de febrero de este año, la columna de Michael Shermer dedica su espacio a comentar estas ideas. Envío el original y la traducción para quienes se interesen en el tema.
El 2 de julio de 1866, Alfred Russel Wallace, el codescubridor de la selección natural, escribió a Charles Darwin para lamentar como había sido malinterpretado “repetidamente sorprendido por la completa incapacidad de un gran número de personas inteligentes para ver con claridad o por lo menos ver los efectos necesarios e inherentes de la Selección Natural que llego a concluir que el término en si y su modo de ilustrarlo, aunque claro y hermoso para muchos de nosotros, no son sin embargo, los mejores adaptados para incidir en el público naturalista”. La fuente de esta mala interpretación, continuaba Wallace, era el propio nombre, el que implicaba “la vigilancia constante de un ‘seleccionador’ inteligente, como la selección humana a la que con frecuencia Ud. compara” y que “pensamiento y dirección son esenciales a la acción de la ‘Selección Natural’”. Wallace sugería redactar el término y adoptar la frase de Herbert Spencer “supervivencia del más apto”. Desafortunadamente eso fue lo que pasó y llevó a dos mitos acerca de la evolución y que persisten hasta hoy: que existe una direccionalidad consciente hacia la evolución y que la supervivencia depende completamente de una competencia sanguinaria. Contrariamente al primer mito, la selección natural es una descripción de un proceso, no una fuerza. Nadie está “seleccionando” organismos para sobrevivir en el sentido benigno de un criador de palomas que selecciona características deseables para exhibir o para extinción en el sentido maligno de los nazis seleccionando prisioneros para morir. La selección natural no es consciente —no puede anticipar que cambios se necesitarán para la supervivencia. Cuando mi hija era pequeña traté de explicarle la evolución usando osos polares como ejemplo de “especie en transición” entre mamíferos terrestres y marinos pero me equivoqué. Los osos polares no están “en camino de convertirse en mamíferos marinos. Están bien adaptados para su ambiente ártico. Selección natural simplemente significa que aquellos individuos con variaciones más apropiadas a su ambiente dejan más descendencia que los individuos que estén menos bien adaptados. Este resultado se conoce como “éxito reproductivo diferencial”. Puede ser, como sostiene el segundo mito, que los organismos más grandes, fuertes, rápidos y brutalmente competitivos se reproducirán con más éxito, pero es igual de probable que los organismos que sean más pequeños, débiles, lentos y socialmente cooperativos tengan también éxito. Esta segunda noción en particular hace que la evolución sea desagradable para muchos ya que oculta la teoría con el barniz oscurecedor que recuerda la frase de Lord Alfred Tennyson “la naturaleza, roja de los dientes y las garras”. Thomas Henry Huxley, “el bulldog” defensor de Darwin, promocionó este punto de vista “de gladiadores” de la vida en una serie de ensayos populares sobre la naturaleza “por lo cual el más fuerte y más astuto vive para pelear otro día”. El mito persiste. En su reciente película documental Expelled: No Intelligence Allowed(Expulsados, No se permite la Inteligencia, Ben Stein liga el darwinismo al comunismo, el fascismo y el Holocausto. El anterior Ejecutivo en Jefe de Enron, Jeff Skilling malinterpretó el libro de Richard Dawkins “El Gen Egoísta” al entender que la evolución se guía únicamente por la competencia despeinada, tanto entre corporaciones como dentro de Enron, llevando a su infame sistema de evaluación de epleados “avanzar y desplazar”, que resultó en despidos masivos y resentimiento competitivo. Esta visión de la vida no necesitaba convertirse en la dominante. En 1902 el anarquista ruso Petr Kropotkin publicó una refutación a Huxley y Spencer en su libro Ayuda Mutua. Retando a spencer por su frase, Kropotkin observó: “Si preguntamos a la Naturaleza: ‘¿quienes son los mejor adaptados, aquellos que están continuamente en guerra entre si o aquellos que se ayudan uno al otro?’ en seguida vemos que aquellos animales que adquieren hábitos de ayuda mutua son sin duda los más aptos”. Desde entonces, la ciencia ha revelado que las especies practican tanto la lucha como la ayuda mutua. El darwinismo, propiamente entendido, nos da una disposición dual de egoísmo y altruismo, competencia y cooperación. Darwin nació el 12 de febrero de 1809, el mismo día que Abraham Lincoln, quien también luchó por reconciliar nuestra naturaleza binaria; en su primer discurso de toma de posesión, en vísperas de la Guerra Civil dijo: “Las notas místicas de la memoria, que se extienden desde cada campo de batalla y cada tumba patriótica hasta cada corazón vivo y cada hogar sobre esta amplia tierra harán creer aun el coro de la Unión, cuando sean nuevamente tocadas, como seguramente lo serán, por los mejores ángeles de nuestra naturaleza”. ■
Michael Shermer is el editor de Skeptic (www.skeptic.com) Y autor de Por qué Darwin es Importante.
Skeptic Darwin Misunderstood On the 200th anniversary of Charles Darwin’s birthday two myths persist about evolution and natural selection By Michael Shermer
On July 2, 1866, Alfred Russel Wallace, the co-discoverer of natural selection, wrote to Charles Darwin to lament how he had been “so repeatedly struck by the utter inability of numbers of intelligent persons to see clearly or at all, the self acting & necessary effects of Nat Selection,that I am led to conclude that the term itself & your mode of illustrating it, however clear & beautiful to many of us are yet not the best adapted to impress it on the general naturalist public.” The source of the misunderstanding, Wallace continued, was the name itself, in that it implies “the constant watching of an intelligent ‘chooser’ like man’s selection to which you so often compare it,” and that “thought and direction are essential to the action of ‘Natural Selection.’” Wallace suggested redacting the term and adopting Herbert Spencer’s phrase “survival of the fittest.” Unfortunately, that is what happened, and it led to two myths about evolution that persist today: that there is a prescient directionality to evolution and that survival depends entirely on cutthroat competitive fitness. Contrary to the first myth, natural selection is a description of a process, not a force. No one is “selecting” organisms for survival in the benign sense of pigeon breeders selecting for desirable traits in show breeds or for extinction in the malignant sense of Nazis selecting prisoners at death camps. Natural selection is nonprescient—it cannot look forward to anticipate what changes are going to be needed for survival. When my daughter was young, I tried explaining evolution to her by using polar bears as an example of a “transitional species” between land mammals and marine mammals, but that was wrong. Polar bears are not “on their way” to becoming marine mammals. They are well adapted for their arctic environment. Natural selection simply means that those individuals with variations better suited to their environment leave behind more offspring than individuals that are less well adapted. This outcome is known as “differential reproductive success.” It may be, as the second myth holds, that organisms that are bigger, stronger, faster and brutishly competitive will reproduce more successfully, but it is just as likely that organisms that are smaller, weaker, slower and socially cooperative will do so as well. This second notion in particular makes evolution unpalatable for many people, because it covers the theory with a darkened patina reminiscent of Alfred, Lord Tennyson’s “nature, red in tooth and claw.” Thomas Henry Huxley, Darwin’s “bulldog” defender, promoted this “gladiatorial” view of life in a series of popular essays on nature “whereby the strongest, the swiftest, and the cunningest live to fight another day.” The myth persists. In his recent documentary film Expelled: No Intelligence Allowed, Ben Stein linked Darwinism to Communism, Fascism and the Holocaust. Former Enron CEO Jeff Skilling misread biologist Richard Dawkins’s book The Selfish Gene to mean that evolution is driven solely by ruthless competition, both between corporations and within Enron, leading to his infamous “rank and yank” employee evaluation system, which resulted in massive layoffs and competitive resentment. This view of life need not have become the dominant one. In 1902 the Russian anarchist Petr Kropotkin published a rebuttal to Huxley and Spencer in his book Mutual Aid. Calling out Spencer by phrase, Kropotkin observed: “If we . . . ask Nature: ‘who are the fittest: those who are continually at war with each other, or those who support one another?’ we at once see that those animals which acquire habits of mutual aid are undoubtedly the fittest.” Since that time science has revealed that species practice both mutual struggle and mutual aid. Darwinism, properly understood, gives us a dual disposition of selfishness and selflessness, competitiveness and cooperativeness. Darwin was born on February 12, 1809, the same day as Abraham Lincoln, who also struggled to reconcile our binary natures in his first inaugural address on the eve of the Civil War: “The mystic chords of memory, stretching from every battlefield and patriot grave to every living heart and hearthstone all over this broad land, will yet swell the chorus of the Union, when again touched, as surely they will be, by the better angels of our nature.” ■ Michael Shermer is publisher of Skeptic (www.skeptic.com) and author of Why Darwin Matters.
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