El 24 de mayo por la noche, el coronel Saavedra y el doctor Castelli atraviesan la Plaza de la Victoria bajo la lluvia, cubiertos con capotes militares. Van a jugarse el destino de medio continente después de tres siglos de dominación española. Uno quiere la independencia, el otro la revolución, pero ninguna de las dos palabras será pronunciada esa noche. Luego de seis días de negociación van a exigir la renuncia del español Cisneros. Hasta entonces Cornelio Saavedra, jefe del regimiento de Patricios, ha sido cauto: "Dejen que las brevas maduren y luego las comeremos", aconsejaba a los más exaltados jacobinos.
Desde el 18, Belgrano y Castelli, que son primos y a veces aman a las mismas mujeres, exigen la salida del virrey, pero no hay caso: Cisneros se inclina, cuanto más, a presidir una junta en la que haya representantes del rey Fernando Vll "preso de Napoleón", y algunos americanos que acepten perpetuar el orden colonial. Los orilleros andan armados y Domingo French, teniente coronel del estrepitoso regimiento de la Estrella, está por sublevarse. Saavedra, luego de mil cabildeos, se pliega: "Señores, ahora digo que no sólo es tiempo, sino que no se debe perder ni una hora", les dice a los jacobinos reunidos en casa de Rodríguez Peña. De allí en más los acontecimientos se precipitan y el destino se juega bajo una llovizna en la que no hubo paraguas ni amables ciudadanos que repartieran escarapelas.
El orden de los hechos es confuso y contradictorio según a qué memorialista se consulte. Todos, por supuesto salvo el pudoroso Belgrano, intentan jugar el mejor papel. Lo cierto es que el 24 todo Buenos Aires asedia el Cabildo donde están los regidores y el obispo. "Un inmenso pueblo", recuerda Saavedra en sus memorias, y deben haber sido más de cuatro mil almas si se tiene en cuenta que más tarde, para el golpe del 5 y 6 de abril de 1811, el mismo Saavedra calcula que sus amigos han reunido esa cifra en la Plaza y sólo la califica de "crecido pueblo".
¿Sabían los jacobinos de la Primera Junta en esa remota, casi improbable fría y lluviosa mañana de mayo de 1810, qué vientos corrían por el planeta? Hasta donde eran jacobinos, hasta donde alcanzaba su lectura de la historia, hasta donde se decían que la historia no era una pesadilla de la que deseaban evadirse, sabían que la Santa Alianza levantaba, en Europa, los estandartes del retorno al viejo orden, y que Napoleón, el representante más sagaz de la burguesía francesa a quien el bueno de Hegel llamó el alma del mundo cumplía, con prolijidad y genio, la tarea de enterrar los ecos del desmoronamiento de la Bastilla, de Valmy, y del sueño igualitario de los sansculottes.
Y, sin embargo, pocos como fueron, tal vez desesperados, en una tierra de vacas, contrabandistas y evasores de impuestos, ausente la base social que los respaldase, confiaron al futuro su venganza y su reivindicación. --------------- A qué se alude, entonces, cuando se nombra esa fecha? ¿A una celebración escolar, rutinaria y aburrida? Sí. ¿A calles y monumentos que nivelan, en los altares erigidos por los apologistas de la unidad nacional, a enemigos profundos, irreconciliables? Sí. ¿A un país poseído por los Anchorena, los Pereyra, los Leloir y otros caballeros de quienes el señor Domingo Faustino Sarmiento, un entusiasta paranoico del progreso a la norteamericana, abominó en un instante de lucidez? Sí. Pero también a la utopía, y a los que todavía no desisten de ella.
Parte del extracto de arriba está tomado del libro de Andrés Rivera, La revolución es un sueño eterno. Si quieren bajarlo está en:
Porque el pueblo quiere saber de qué se trata... Por las utopías entonces y quienes no desisten de ella, feliz 25 de mayo para Latinoamérica y también para España... E.G.
Sobre los Jacobinos:
"Los jacobinos y el jacobinismo vienen de los tiempos de la Revolución Francesa, y reciben su nombre por el convento en que se reunían, después de haber desalojado a sus iniciales ocupantes. El jacobino más famoso es Robespierre, al que asociamos dándole a la guillotina, por mor de la eficacia de la leyenda conservadora que, desde su muerte, también bajo la guillotina, le ha perseguido" El jacobino ocupaba el poder del Estado para con su fuerza extender la revolución en beneficio del pueblo. Incluso a costa, a pesar o en contra de la voluntad del pueblo. Su profundo, casi religioso, compromiso con la causa revolucionaria y con la virtud ciudadana le llevaron a imponerse a toda resistencia, empleando una violencia sistemática, justificada por las bondades del objetivo final revolucionario. Jacobinismo, en ese sentido, remite a minoría ilusionada o iluminada por la idea revolucionaria, profundamente creyente en el beneficio del pueblo pero no demasiado exigente con la participación de éste. El jacobino, en el fondo, es un aristócrata puesto por sí mismo al servicio de la ignorante y querida multitud. El remate más preciso lo constituye el lema de siempre de los jacobinos: 'Igualdad de derechos para todos, en todas partes y al mismo tiempo'. Ahí radica el misterio. ¿Quiénes son miembros de una misma nación? ¿Qué une a los miembros de una misma nación? Según los jacobinos, el pertenecer a una misma ley, el estar sometidos a las mismas obligaciones, el poder disfrutar de los mismos derechos, en cualquier parte del país y en cualquier instante de su futura historia. Ni las voces ancestrales, ni los supuestos derechos de la tierra que pisan, ni la historia, ni la tradición: somos de la misma nación porque participamos de un mismo contrato con ésta y con sus conciudadanos.
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