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Sobre el tema debatieron los participantes en el panel «Escritores y mercado editorial en Iberoamérica», el cual tuvo lugar esta semana en la capital cubana
Aunque la literatura, como otras artes, no puede en el mundo de hoy sobrevivir de espaldas al mercado, colocar un libro en los grandes circuitos de Hispanoamérica es algo que, cada vez con mayor certidumbre, depende de transacciones que poco tienen que ver con presupuestos estéticos. Tal conclusión emanó del panel Escritores y mercado editorial en Iberoamérica, que tuvo lugar esta semana en el Centro Cultural Dulce María Loynaz, como parte del espacio Ciclos en movimiento, que promueve la reflexión y el debate sobre temas relacionados con la literatura y el libro. Senel Paz, Laidi Fernández de Juan, Jorge Fornet, Daniel García y Rogelio Riverón como moderador, disertaron sobre las condiciones que debe enfrentar un autor para acercar su obra al lector común. No significa que las grandes editoriales no incluyan en sus catálogos a escritores de prestigio. Los mecanismos de censura del mercado del libro obran de manera mucho más sutil y son ellos los que, en última instancia, han dado una prioridad tiránica a unos géneros sobre otros. ¿Por qué, pongamos por caso, las grandes editoriales se desentienden olímpicamente de la poesía? ¿O del cuento? A propósito, los miembros del panel recordaban declaraciones de Erich Hackl, un conocido intelectual austríaco, quien se lamenta de que, para que un autor de Latinoamérica sea conocido en otros sitios de Europa, está obligado en la práctica a pasar antes por el «represivo» mercado español, según sus propias palabras. Otra consecuencia del esquematismo con que suelen trabajar las grandes casas editoras del entorno iberoamericano es la precaria situación de las editoriales pequeñas. En la práctica resulta que casi todas han sido absorbidas por los consorcios, que influyen de manera decisiva en su gestión editorial. Las que no se han asociado corren el riesgo de la bancarrota porque, entre otros problemas, tienen enormes dificultades para distribuir sus libros. De acuerdo con un nocivo proceder, las grandes casas editoriales españolas tienden a homogenizar el lenguaje, para adaptarlo al público ibérico, al que apunta ese mercado. De modo que si un autor de Latinoamérica consigue llegar a una de ellas, no es raro que se le sugiera adoptar los estándares de la Península, en detrimento de localismos y otros matices lingüísticos de nuestras naciones. Según anécdotas relatadas, los condicionamientos para con los autores cubanos suelen ser más radicales. Se han dado casos de agentes literarios y empresas que exigen a nuestros escritores una pintura maniqueísta de la realidad insular y un marcado énfasis en tópicos relacionados con las penurias por las que ha atravesado la sociedad en tiempos difíciles. Con lucidez y admirable honestidad, Laidi Fernández de Juan expresó: «Me pregunto cuántos más de nosotros caeremos en la tentación de complacer a un mercado que nos desprecia, a fuerza de mentir o de exagerar en aras de un efímero éxito editorial, compitiendo a ver quién la pasó peor, quién sufrió más, quién fue más maltratado en Cuba, quién vivía en peores condiciones. Algo anda muy enfermo. Ningún bien se le hace a los lectores, en quienes ya casi nadie piensa, que creen ya no solo en lo que leen, sino que leen. Me temo que en realidad, se enriquecen con un tipo de pseudoliteratura que solo el tiempo, ese gran decantador, ubicará en el lugar correspondiente». El panel identificó asimismo algunas de las constantes de los consorcios del libro, que hasta ahora difunden ideas esquemáticas de nuestras realidades. Es como si, al dictar los modos en que se ha de proceder en literatura, se colocaran más de un siglo atrás, en una actitud colonialista. Varios intelectuales cubanos presentes, entre los que destacan Eduardo Heras León, Marilyn Bobes, Zaida Capote, Roberto Zurbano, Ángel Santiesteban y Tomás Fernández Robaina, expusieron su parecer sobre estos asuntos, lo que condujo a un diálogo muy enriquecedor, encaminado a iluminar el tema desde diversos puntos de vista y a desentrañar esa zona de la vida literaria que está más allá de la escritura misma de los textos y en la que intervienen numerosas variables, muchas de ellas extraliterarias, que a la larga condicionan la circulación del texto y su disfrute por sectores más o menos amplios del público lector. Ciclos en movimiento funciona con frecuencia mensual y forma parte de la amplia programación literaria del Centro Cultural Dulce María Loynaz, institución que reúne sistemáticamente a lectores, editores y autores.
¿Y por acá cómo estamos?.......¿Uds. qué opinan? E.G.
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