Nuestro apoyo a las tomas de los colegios en la Ciudad de Buenos Aires, posible lectura:"La Escuela de Noche" de Cortázar y sugerencias para descargar música y escribir una crónica.
En la película pueden encontrar algunas escenas medio "fuertes" en cuanto al sexo, así que no la descarguen si son sensibles al tema, sobre la película:
De la revista "El Amante":
"Las diferencias conceptuales y artísticas entre el film de Nagisa Oshima y el de John Cameron Mitchell son demasiadas, y ni siquiera creemos que Shortbus sea una gran película. Sin embargo, su mera descalificación como pornografía pretenciosa y hueca, ideal para "cierta elite de la crítica, habituada al regodeo intelectual 'entre ellos'" (Minghetti dixit), nos parece un despropósito de jerarquía. Como desagravio hacia el film, y hacia la crítica en general, publicamos aquí debajo la reseña que saldrá publicada en el próximo número de El Amante. El texto fue escrito hace varios meses y esperó en parrilla hasta que el estreno de Shortbus finalmente se produjo:"
"
Es como en los 60, sólo que con menos esperanza.
Con esa precisa frase Justin Bond –según dicen, un reconocido drag queen del off neoyorkino que se interpreta aquí a sí mismo- define el ambiente del Shortbus, local donde conviven las proyecciones de cine artie, las performances musicales más diversas y las expresiones de la sexualidad humana en su nivel máximo de libertad. Un boliche para descontrolar, podría pensar un malpensado, y no estaría tan errado. O tal vez sí, y mucho. Porque Shortbus, el establecimiento pero también la película, lejos del reviente y la permisividad efímera, entienden la búsqueda de la plenitud sexual –sexo como necesidad, pulsión, sublimación del amor y del deseo, amancebamiento, fornicación, declaración física y espiritual- como un territorio utópico que bien vale la pena investigar, aunque se lo intuya perdido. El “amor libre” como camino condenado al fracaso, o al menos con escasas certidumbres de éxito, pero no por ello menos rico o valioso que otros senderos amorosos más trillados. No parecen pocas las ambiciones del segundo largometraje de John Cameron Mitchell, particularmente en estas épocas de conservadurismo disfrazado de desfachatez (me refiero en particular al cine norteamericano contemporáneo, aunque la ecuación podría trasladarse a expresiones culturales y sociales de otras latitudes), y no es casual que entre sus imágenes se puedan encontrar algunas de las escenas de sexo más divertidas –el sexo también es diversión, claro- de la historia del cine."