Artículo de Sergio Augusto aparecido en el diario brasileño "O Estado de São Paulo".
¿Crisis? Compre um libro y diviértase
Hay especialistas que garantizan: la crisis de la economía mundial y la disminución del consumo no afectarán la salud del mercado editorial
Sérgio Augusto
Cuando la economía está bien, siempre aparece alguien para anunciar la "muerte del libro". Con la economia mundial en la mayor pendiente desde la Depresión, se podía esperar que incluso nos dijeran cuál es la fecha del entierro. Pero, a pesar de la recesión a la vista y del alta de los costos de papel e impresión, la mas reciente profecía sobre el futuro del libro no habla en muerte y si en resurrección. "Los libros pueden recuperar el terreno supuestamente perdido para outras formas más caras de entretenimento", previó unos días atrás el británico Laurence Orbach, desdse hace 32 años al frente de la editora Quarto.
Armado de números, Orbach minimiza los efectos de la disminución en el consumo ("las ventas de títulos publicados continuam firmes e incluso subieron en algunas categorias") y preveé un horizonte color de rosa para quien quiera invertir en su ramo de negocios: "Los libros no dependen de la publicidad, al contrario de las empresas de comunicación." También ganan en la relación costo-beneficio. En los primeros nueve meses del año, las ventas de la editora Quarto subieron un 17% y su ganancia en operaciones paralelas fue de 15%. ¿Cuál es el secreto? Libros de catálogo, relevantes por largo tiempo, llueva o haga sol.
Fueron los libros de catálogo los que aseguraron el "muy buen año" que la Companhia das Letras vivió hasta ahora, según Luiz Schwarcz. Cauteloso, pero optimista, Schwarcz cree que las editoriales y el comercio de libros puedan de hecho ser menos alcanzados por la crisis. "Los libros son relativamente baratos, cuestan en promedio entre R$ 20 y R$ 40,(de unos 10 a 20 dólares) y su venta no depende de financiamiento al consumidor, como en el caso de los electrodomésticos", acrecienta Roberto Feith, de la editorial Objetiva. "Las ventas de automóviles ya fueron afectadas, la de los libros, no", resalta Feith. Sin triunfalismo, pues sabe que el movimento en las librerias depende, basicamente, del poder de compra de la clase media, y que hay una retracción económica agendada para el 2009. "Este año fue muy bueno y pienso que la Navidad también lo será, pero el 2009 debe ser más difícil."
Mas escéptico, Paulo Roberto Pires, diretor editorial de Agir, recela que al menos una marea del tsunami económico-financiero nos alcance. "En nuestro laguito editorial, una ola ya hace mucho daño", advierte, resaltando la excepcionalidad de la editorial de Orbach: "La Quarto hace packaging, quiere decir, vende libros ya escritos, sin derechos de autor, para que sean impresos en diversos países al mismo tiempo, un modelo en el cual la también inglesa DK da cátedra."
El lunes, la Doubleday Publishing Group, división de la Random House que engloba cuatro sellos editoriales, despidió 16 empleados o el 10% de su equipo. Era una señal más de que, al contrario de las estimativas de Orbach, la industria de libros no anda bien. Al menos en los EUA, epicentro de la actual crisis económica, no anda. Las ventas de las cinco mayores editoriales estadounidenses subieron 0,5% en la primera mitad de 2008, pero el movimiento en las librerias declinó en junio y deberá caer más hasta fin de año, confirmando las ominosas evaluaciones de un reportaje a Boris Kachka, publicado el 14 de septiembre por la New York Magazine, con oel lacónico título de "The end" (el fin). Oculto por elipse, el complemento "of publishing".
El "fin de la industria editorial" tal como la conocemos ya estaría procesándose a todo vapor, aprovechada e cerca (demasiado cerca) por Kindle, el libro electrónico de Amazon. Aunque desencadenado antes de las recientes turbulencias en el mercado financiero, estas sólo contribuyeron para dar razón a sus oráculos. Wall Street todavía parecia navegar en plácidas aguas cuando las ventas de libros comenzaron a estancarse y una expiación en regla tuvo inicio. Cabezas coronadas rodaram por las mas cobizadas puertas de las editoriales, autores VIP fueron avisados de que contratos millonarios y generosos adelantos sobre hipotéticas estimativas de retorno se transformaron en cosas del pasado - de un pasado bondadoso, que, se cree que no volverá más.
Como los bancos y las financieras que estuvieron quebrando en las últimas semanas, los conglomerados que se apoderaron de la industria del libro fueron víctimas de ejecutivos desmedidamente ambiciosos y de la insaciable ganancia de sus accionistas. Buscar superavits de dos dígitos en un ramo de negocios acostumbrado a 5% de lucro promedio se rebeló una colosal insensatez. Absorvidas por las cinco grandes corporaciones del ramo, pequeñas editoriales descuidaron su política editorial, ampliando la mediocridad y contribuyendo a un empobrecimiento generalizado.
"El mercado tuve sus opciones drasticamente reducidas", analizó un poderoso agente literario. "La competencia se estrechó, esclavizando a las editoriales a best sellers y al discurso pillo de los marqueteros. Pero ni siquiera está sirviendoo. Hasta las memorias de celebridades televisivas ya no venden tanto como algun tiempo atrás, y es posible que los libros sobre perros y gatos, la coqueluche del momento, ya estén en la línea de tiro. Nadie sabe qué hacer. Reseñas favorables, jchivos y recomendaciones en la contratapa perdieron su caracter combustivo. Nadie sabe mas adonde están los lectores, ni como cautivarlos."
En 1993 el escritor Philip Roth estimó la existencia, en los EUA, de unos 120 mil "lectores serios" (aquellos que leen todas las noches), número que, según él, caería a la mitad en 10 años, y así sucesivamente. Si el cálculo es procedente, sólo cerca de 45 mil americanos van a la cama con un libro todas las noches, actualmente. Supongo que la media brasileña no sea apenas inferior, sino descomunalmente inferior. Una pena, porque la lectura, para decir una frase original, sólo nos enriquece. Independientemente de géneros.
La ficción es mas enriquecedora, defiende el crítico James Wood, que publicó este año uno de los mejores ensayos de la década: How Fiction Works. La fición nos libera, alardea Russell A. Berman. Estoy de acuerdo, pero no por los motivos desarrollados por él en Fiction Sets You Free, uno de los libros mas tendenciosos de los últimos tiempos, un clásico del determinismo económico, equivocadísimo si miramos para el pasado y pateticamente datado se nos fijamos en el caos presente. Publicado em 2007, despertó polémicas periféricas en reductos que todavía se toman en serio la salmodia neoconservadora, cayendo en seguida en el agujero negro del olvido, hasta ser exhumado en el Times Literary Supplement de la semana pasada, en donde llevó un merecido correctivo.
Berman es um auténtico oxímoron: un materialista dialéctico de derecha. Sin, sin embargo, la inteligencia, o brillo, y mucho menos la obra, del maluco-beleza Ezra Pound. Como el mas doctrinario ideólogo marxista, no consigue disociar la literatura de las condiciones económicas sobre las cuales es producida. Pero para concluir que la literatura mejor prospera - y mas libertaria y enriquecedora resulta - cuando es producida en países donde triunfó la economia de mercado. ¿Y todas aquellas obras-primas surgidas en regimenes feudales y dictatoriales? ¿Dostoievski no vivió en el tiempo de los zares?
Hace cuatro años, Berman publicó una catilinária bushista contra el antiamericanismo europeo, en base a los cliches habituales (los europeos tienen una "arraigada envidia moral" de los estadounidenses, no quisieron invadir Irak porque "negligenciam el genocidio", se apegan a ideas socio-económicas retrógradas, etc), de que Fiction Sets You Free es uma continuación. Para el, ser contra los EUA, aunque puntualmente, es ser contra el capitalismo y, en consecuencia , el humanismo, la imaginación, el empreendedorismo, la propia literatura. Toda obra ficcional, según él, "cultiva la proeza imaginativa de la visión empresarial". Y quien desaprueba el comercialismo en la literatura "está, en el fondo, hostilizando los mecanismos de mercado", asumiendo una "postura elitista", lo pejorativo de moda. Ni Ayn Rand, creo, fue tan lejos en la defensa de ideas recién pervertidas por los Gordon Gekkos de Wall Street.
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