La última película basada en la historia del Bounty de 1984 con Anthony Hopkins y Mel Gibson en los papeles principales
En Archive.org hay una versión antigua protagonizada por Errol Flyn, habría que buscarle los subtítulos en castellano.
La historia de Pitcairn no es tan idílica:
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La isla
empezó a hacerse famosa en 1876, cuando sus habitantes se unieron a la
Iglesia Adventista del Séptimo Día. Varias décadas después Hollywood se
interesó por la historia y, luego de filmar cinco películas sobre el
Bounty, a finales del siglo XX el mito de Pitcairn se
había consolidado. Para entonces, hacía unos 150 años que la isla era
una colonia británica, pero el Reino Unido no intervenía mucho en ella.
Los isleños se regían sin ayuda y elegían a sus propios policías y
jueces.
Aunque las autoridades británicas
recibían alarmantes noticias de que la isla no era ningún paraíso —se
hablaba de niñas embarazadas por hombres adultos, violaciones, abortos,
incestos e incluso asesinatos—, las pasaban por alto, y recién en 1997
una mujer policía, Gail Cox, agente comunitaria, fue enviada allí como
instructora. En esta visita se sintió cautivada por el lugar. Sin
embargo cuando regresó en 1999, todo había cambiado radicalmente.
Advirtió que algo tenebroso ocurría en la comunidad. Pocas semanas
después de su llegada, Belinda y otra adolescente confesaron ser
agredidas y violadas desde pequeñas.
Los ataques sexuales eran muy comunes en Pitcairn y que no había niñas que llegaran vírgenes a los 12 años de edad.
Poco después la policía decidió localizar a todas las mujeres que se habían criado en Pitcairn
desde 1980. Muchas vivían en el exterior, principalmente en Australia y
Nueva Zelanda. Al concluir, la policía había hablado con 31 víctimas,
cuyas historias abarcaban cuatro décadas, y mencionaban a 30 agresores: eran casi todos los hombres de la isla de las tres últimas generaciones.
En Pitcairn, la
reacción fue de furia hacia las víctimas, que fueron acusadas de
incitarlos. Los isleños, incluidas las ancianas, dijeron que las chicas
habían accedido voluntariamente a tener relaciones sexuales, y que el
juicio era una conspiración de los británicos para destruir la
comunidad.
Pese a la violenta reacción, nueve
mujeres aceptaron comparecer en el tribunal. Pero ¿cómo hacerlo en un
lugar tan aislado? ¿Qué efecto tendría en una pequeña
comunidad integrada por familias estrechamente entrelazadas, en cada una
de las cuales había un supuesto transgresor o una víctima?
Luego de descartar una amnistía, el
gobierno británico designó abogados, un magistrado y tres jueces para
que se ocuparan del caso. Sin embargo, recién en 2003 Simon Moore, el
fiscal principal, formuló 96 cargos contra 13 hombres. Siete vivían en
la isla y fueron enjuiciados en Pitcairn en 2004.
Habían pasado casi cinco años desde el inicio de la investigación y la
comunidad se sentía muy presionada. La isla se dividió en dos bandos:
una minoría deploraba la presunta conducta de los acusados, y la mayoría
la negaba o la disculpaba. Mientras tanto, las víctimas debían soportar
una angustiosa espera.
En septiembre de 2004 llegaron a la
isla 29 personas que iban a ocuparse del que para entonces quizá ya era
el caso más extraño de la historia judicial británica. El viaje hasta Pitcairn
había requerido varios vuelos y una travesía en barco de 30 horas desde
la Polinesia Francesa. Los extranjeros se apretujaron en unas cuantas
casas vacías, y algunos de ellos tuvieron que dormir en la nueva prisión
de la isla, construida por los acusados. Todos los días se cruzaban con
los hombres o con sus familiares, y recibían un trato poco cordial.
Ninguno de ellos era bienvenido. Se sentían vigilados muy de cerca.
Steve Christian, ya de 53 años y
alcalde de la isla, fue el primero en ser juzgado. Vestido con
pantalones cortos, sandalias y una camiseta con el logotipo del Bounty,
parecía indiferente al proceso.
Usando sus largas togas negras, los
jueces y los abogados ocuparon sus sitios en el recinto. Las víctimas
testificarían por enlace de video desde Nueva Zelanda. En la pantalla,
una mujer de edad madura, Jennifer, contó un terrible episodio de su
infancia en que la violaron. Luego, Charlotte, describió la violación
que sufrió en Highest Point. ¿Por qué no se lo dijo a sus padres? “Así
es la vida en Pitcairn. Las mujeres son víctimas de abusos, de
violaciones... En el mundo exterior todos piensan que la isla es un paraíso, pero en mi infancia fue un absoluto infierno”.
No hubo público en el tribunal. Con su
ausencia, los isleños revelaban su desprecio por los procesos, pero
también sus ilusiones: si se comportaban como si nada estuviera
ocurriendo, quizá los extranjeros harían sus valijas y se irían.
Dave Brown aceptó cierta responsabilidad
y Dennis Christian se declaró culpable; los demás negaron los cargos y,
mientras los jueces resolvían, continuaron con su vida normal. Steve y
Randy Christian recibieron sentencias de prisión; y sólo un hombre fue
absuelto: Jay Warren.
La comunidad se conmocionó con los
veredictos. El proceso legal había terminado, pero nadie había
respondido aún algunas preguntas perturbadoras. ¿Cómo pudo degradarse de
esa forma una pequeña sociedad tan alejada del resto del mundo?
Belinda ha pagado un alto precio por su
denuncia. Rechazada por su familia y su comunidad, jamás podrá volver a
la isla. Aun así, piensa que valió la pena, que se hizo “cierto grado”
de justicia y que por fin puede dejar atrás su pasado. Ahora vive en
Nueva Zelanda, con su pareja y tres hijos pequeños. Si siente alguna
amargura, no es por lo leve de algunas sentencias (seis y tres años y
medio de cárcel), sino porque aún se niegan a admitir su culpa y pedir
perdón.
El gobierno británico anunció que las
víctimas serían indemnizadas por los perjuicios que sufrieron en su
descuidada isla, y ellas celebraron este reconocimiento oficial del
dolor que soportaron. El Reino Unido ha mejorado la infraestructura y
las comunicaciones de Pitcairn, pero aún falta ver si
ha cambiado la mentalidad de los isleños. En público, siguen negando los
ultrajes; en privado, algunos empiezan a reconocer que nunca fue un
paraíso; al contrario, era un “absoluto infierno”.
Hay un video de una escritora sobre el juicio por abusos sexuales en Pitcairn: